Hoy se cumplen 34 años del mayor desastre natural en la historia de Guatemala, el terremoto de 1976 que dejó alrededor de 25 mil muertos y cuyo recuerdo tiene que servir para generar una cultura especial que debe caracterizarnos por vivir en un territorio sísmico, plagado de fallas geológicas que en cualquier momento pueden moverse para provocar otro sismo de gran intensidad y magnitud.
En los últimos días, a partir del terremoto de Haití, se ha hablado mucho de la situación en Guatemala y de nuestro nivel de preparación para una emergencia similar. Expertos en construcción han hablado de los avances que se han logrado y de cómo nuestro país tiene un buen modelo estructural, pero evidentemente carecemos de regulaciones y controles porque aquí todo se arregla mediante sobornos, sean éstos personales o institucionales, y nadie repara en cómo se ejecutan las obras ni cómo se construye al final. Se sabe que la Municipalidad de Guatemala ahora hace tratos con constructores para facilitarles licencias de construcción aun violando normas, como ocurre con un edificio en la zona 14, a cambio de dinero para construir obras municipales como pasos a desnivel o de otro tipo. Y los constructores aprovechan ese tráfico de influencias para sacar ventaja no sólo en la cantidad de niveles que edifican en contra de la ley, sino en que nadie les molestará ni supervisará durante la construcción. Además está la construcción en áreas de riesgo, como laderas y eso es hablando únicamente del tema de la vivienda formal y de mejor calidad, pero hay mucha que es precaria por la pobreza de los habitantes del país. En resumidas cuentas, creemos que una parte de la población vive en condiciones que les permite sentirse seguros a la hora de un desastre así, pero como país estamos en un elevado nivel de riesgo y que las autoridades de Conred tienen que trabajar sobre la premisa de que la mayoría de los guatemaltecos son vulnerables ante un terremoto. Es un espejismo suponer que estamos como Nación preparados para soportar un sismo como el de Haití sin que se convierta en un drama de gran envergadura y por ello es que este aniversario y lo que sufren los hermanos haitianos, nos debe estimular para mejorar en nuestros planes de emergencia y en la instrucción que permanentemente debe darse a la población sobre la forma en que debe reaccionarse si llega ese fatídico momento. Es un error hacerle ver a la población que todo está bien, que no nos afectará la crisis. Eso dijeron los del Banco de Guatemala con la economía y los resultados están a la vista.