Cada cierto tiempo aparece un grupo de desocupados paranoicos asustando al mundo entero con el petate del muerto y siempre con una agenda socialista velada. Se pudo leer el día miércoles en varios de los medios nacionales e internacionales que personeros de la Organización de Naciones Unidas y algunos burócratas europeos presentaron al mundo con voz de alarma el hecho de que terminando el mes de octubre la población mundial alcanzaría los 7 mil millones. En tono pesimista y de pánico vaticinan que para el 2030 la humanidad necesitaría de un segundo planeta para alimentarse y absorber los residuos. Y claro que saben de antemano que el anuncio se lo hacen a una población totalmente inmersa en la vertiginosa era de la información.
Llevamos algunos años de ser tremendamente bombardeados de información falsa, inexacta y muy mal intencionada a cerca del estado del medio ambiente y las causas que tienen al mundo “a punto†de un colapso medioambiental desde que me acuerdo. La lluvia ácida, el calentamiento global, el cambio climático, el deshielo y los mares crecidos son todas teorías que venimos escuchando desde hace décadas y que sectores influyentes han sabido manejar para lograr conquistas políticas. Todas las teorías han tenido como común denominador el de señalar al ser humano como culpable indiscutible y sobre todo enfocándose en los pueblos que han logrado el desarrollo. Los más radicales teóricos de estas catástrofes se convierten en fuertes agitadores del eterno conflicto de la desigualdad en el mundo, muy parecido al discurso barato que alimentan nuestros políticos para encender el fuego de la lucha de clases, el pobre contra el rico pero a niveles globales.
Con un poco de sentido común es muy fácil retar y cuestionar la teoría de la sobrepoblación. Veamos, en el mundo habremos 7 mil millones de seres humanos para finales de octubre, número que a simple vista y sobre todo si visitamos una favela o un cantón chino pueden parecer espeluznantes. Ahora bien, dejan de parecer preocupantes si estimamos que el planeta tiene poco más de 150 millones de kilómetros cuadrados de territorio continental. ¿Qué implica esta comparación? Pues bueno, implica que toda la humanidad podría vivir completita en la extensión territorial de Brasil en el nada despreciable espacio de manzana y media para cada uno. ¡Ah! que diera yo por vivir en manzana y media de terreno. Algún día seré colocho, dijo el gí¼isquil.
Ya sé que después del ejemplo que recién presenté una avalancha de progres se me va a venir encima diciendo que no sólo es la vivienda, también hay que tener espacio para los cultivos y la madera, pues aquí les va la respuesta: Actualmente en el mundo entero se utiliza aproximadamente 15 millones de kilómetros cuadrados para estos fines y eso cabría fácilmente en el resto de la América Latina. Esto significa que en el fumado mundo de John Carroll viviríamos en una manzana y media del paradisíaco Brasil y tendríamos el resto de América del Sur y Mesoamérica como área de cultivo. Como área de solar esparcimiento y de reserva natural quedarían las vastas tierras de la América del Norte, el continente Europeo completo, las extensas sabanas y selvas africanas, el bello paisaje oriental, los desiertos del oriente próximo, los helados territorios escandinavos, el Himalaya, las preciosas playas de Australia y la fabulosa megadiversidad malgache.
Imagínese amigo ambientalista, todo el territorio que tendríamos sin usar, imagínese cuántas zonas protegidas podrían crearse en todo el resto del planeta tierra para su diversión política y su tranquilidad de moral ecológica.
Todo lo anterior sin tomar en cuenta la más grande ventaja del ser humano hacia el futuro: su capacidad creativa e inventiva y los avances en la ingeniería, la tecnología y la biotecnología le podrá llevar a sitios insospechados, ¿qué necesitaremos otro planeta? ¿Por qué no? El planeta tierra tiene límites, claro está, por suerte la capacidad de adaptación y evolución del hombre no parece tenerlos.