El fantasma de la sexualidad y los anticonceptivos


Sobre el tema de la violencia hacia las mujeres deseo hacer algunas reflexiones. En una ocasión hablé del caso de la joven argentina Romina Tejerina, quien como resultado de una violación tuvo un hijo, a quien asesinó al momento de nacer tras presentar un cuadro sicótico.

Juan Pablo Ozaeta

En esa ocasión presenté una consigna que me parece muy adecuada para resumir que la erradicación de la violencia hacia las mujeres, y en particular la violencia sexual, debe verse como un proceso, que al mismo tiempo son una serie de obstáculos a vencer. La consigna dice: «Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal, seguro y gratuito para no morir».

La educación sexual es un paso básico para que las mujeres puedan visualizar como se construye la sexualidad, cómo decidir sobre su cuerpo y cómo vivir la procreación. No obstante, estos temas han encontrado obstáculos por parte de poderes polí­ticos, económicos y religiosos que penetran en las polí­ticas públicas y en los medios de comunicación. Un caso fue el Cardenal Quezada cuando recién señaló que educación sexual es igual a aborto.

Negar el derecho a la educación sexual, hace a las mujeres más vulnerables a la violencia, tanto la violencia sexual, como a la violencia económica cuando, al no saber decidir sobre su maternidad, se convierten en madres en condiciones precarias. En segundo lugar, está el derecho a la salud reproductiva y el acceso a medicamentos, incluso a la anticoncepción de emergencia.

Cuando no hay acceso a la educación sexual o cuando no es suficiente para decidir sobre la sexualidad, por ejemplo porque hay violación y/o explotación sexual comercial, la anticoncepción es indispensable. Negar ese derecho, es una forma de violencia. De nuevo, sectores conservadores, presionan para que no se apruebe una Ley de Planificación Familiar, que garantice la anticoncepción y la salud sexual y reproductiva hacia las mujeres. Esta es otra forma de violencia, desde el Estado.

El tercero de los tres pasos planteados, y que deben verse progresivamente, es el aborto. Si no se accede a la educación sexual y a la anticoncepción; cuando está en peligro la vida de la madre, cuando en casos como el de Romina Tejerina, en el que hay violación y el embarazo conlleva traumas psicológicos, el aborto legal, seguro y gratuito es un derecho.

La aplicación de polí­ticas para erradicar la violencia contra las mujeres debe tener fundamentos cientí­ficos, éticos y laicos. Si cualquier iglesia quiere enseñar a sus fieles, valores como la abstinencia y la fidelidad, sin coartar a las mujeres para que sean madres sin que ellas lo deseen, eso es respetable. Pero oponerse tajantemente a la educación sexual, la anticoncepción y el aborto obviando la realidad que viven las mujeres, es ser cómplices y promotores de la violencia sexual hacia las mujeres.

Junto a estos tres pasos para erradicar algunas de las formas de violencia hacia las mujeres, puede añadirse la trata de personas y el proxenetismo. Además de condenar a quienes coaccionan a las mujeres para dedicarse a la prostitución, deben existir programas de acceso a la educación y otros ámbitos laborales, que ayuden a las mujeres a alejarse de este oficio, toda vez que se entiende que la prostitución es una forma de violencia.

Termino con un respetuoso reconocimiento a aquellas mujeres que diariamente luchan por la erradicación de la violencia hacia las mujeres, y a quienes nos han impulsado a cambiar las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, para eliminar todas la formas de violencia hacia las mujeres.