Según Nicola Abbagnano, la palabra fanatismo tiene su origen en “fanum” (templo), y se comenzó a utilizar en el S. XVIII para hacer alusión a un “determinado estado de exaltación de quien se cree penetrado por Dios e inmune al error y/o al mal”. Actualmente, se refiere a una determinada actitud extrema en el proselitismo, sea religioso, político, deportivo, etc.
El domingo 27 de abril, Kevin Díaz, perteneciente a la barra crema “Garra Blanca” pro Club Comunicaciones, se despidió de su familia para ir a apoyar a su equipo, sin saber que ya no regresaría más. Una manada de extremistas estúpidos y cobardes, fanáticos del equipo Municipal, lo acorralaron a él y a su hermana y lo mataron por ser seguidor del Club Comunicaciones. Todo un fiel retrato de lo que es la chusma empoderada. El inconsciente colectivo de la sociedad guatemalteca heredado y magnificado en ese paupérrimo como deplorable espectáculo mayoritariamente de cafres, llamado “Futbol Nacional”.
La histórica ausencia del Estado, producto de nuestra ineptitud e idiotez, sumada a la tragedia heredada del desgraciado “conflicto armado interno”, ha dejado huellas brutales en la psiquis de los guatemaltecos.
Ya sabemos –sin importar el bando o tendencia–, que nuestra idea política puede costarnos la vida, pero ahora pasa lo mismo con el futbol. O sea, no pensar como yo, te puede costar la vida, “¡oíste cabrón!”
En verdad somos una cultura intratable y en el caso de las “barras bravas” vinculadas al futbol, como diría el filósofo francés, Alain, “No se puede razonar con ellos, así que lo único que nos queda es ser más fuertes que ellos…” Con “ellos”, se refiere a una subcultura en expansión que pareciera que solamente a punta de riata atiende, piensa y obedece.
¿Cómo es posible –que mientras 488 PNC, asignados “vigilan” los alrededores al Estadio Manuel F. Carrera (del Trébol)–, un grupo de fanáticos imbéciles se acerquen al estadio armados con “fierros, tubos de metal, mazos con púas, un mortero artesanal, cuchillos, etc.”, persigan a alguien en plena vía pública mientras siembran el terror entre comerciantes, lo asesinen entre varios, luego entren cantando al estadio de futbol y vean su partido? ¿Qué carajos hacía la policía? ¿Y los administradores del estadio, qué garantías y qué medidas de seguridad tienen? ¿O será que los criminales dejan afuera y antes de entrar, su arsenal?
Debemos buscar y exigir cambios profundos en nuestra cultura deportiva y demás. En otros países pedirían la cabeza, por lo menos del jefe policial a cargo de la operación de seguridad en el estadio. ¡Lo sucedido nos ofende a todos! Se trata de otro ejemplo en el que Estado o no está presente, –y si lo estuvo como ahora–, llegó tarde, luce torpe y hasta cómplice.
Fernando Arrabal, poeta español, nos dice algo muy interesante y que nos pone a pensar con respecto al vacío y a la inoperancia de la autoridad cualquiera que sea. Dice: “Los fanatismos a los que más debemos temer son aquellos que pueden confundirse con la tolerancia.” Sí; la tolerancia estatal ante el crimen, es una forma de fanatismo. Por cierto, ¿aparecerá el fanatismo en algún contenido de estudios del Mineduc?
Ojalá sirvan las miles de cámaras de TV, compradas con nuestros impuestos, y capturen a esos perros montoneros. Ojalá citen a declarar y a aclarar –así, sobre caliente– a los mismos presidentes de ambos clubes, al director de la Policía Nacional Civil, a los “líderes” de barras de ambos equipos y se anuncien medidas extraordinarias de seguridad, so penas extremas, para ese deporte sólo de vergüenzas.
¡Descanse en paz, Kevin Díaz!