El éxodo tras la crecida del «rí­o de la tristeza»


Un indio camina en una calle luego de que ésta fuera inundada por la crecida del rí­o en Madhepura.

Cientos de miles de indios no tuvieron más remedio que ponerse en camino hoy, en una búsqueda desesperada de agua potable y alimentos tras ser ví­ctimas de las peores inundaciones del último medio siglo en el este de India.


«Salvo nosotros, todo fue engullido», dice Munni Jatun, una damnificada refugiada en una escuela de Madhepura, ciudad cubierta por un metro de agua pero aún accesible, enclavada a 150 km al este de Patna, la capital del estado de Bihar.

«Mi casa quedó completamente destruida; no tenemos nada y tampoco dónde ir», se lamentó, acompañada por su marido y sus cinco hijos.

Las lluvias monzónicas que azotan como cada estación el pobre estado de Bihar, en la frontera con Nepal, causaron el desbordamiento, el 18 de agosto, del caudal del rí­o Kosi, que volcó sus aguas en otro rí­o cercano cuyo cauce estaba seco desde hací­a siglos.

Ese nuevo cauce arrasó a su paso cientos de pueblos, que quedaron sumergidos por las aguas, dejando a centenares de miles de personas aisladas y cerca de un centenar de muertos en dos semanas.

Los equipos de socorro salvaron ya a medio millón de indios, de los que unos 200 mil se encuentran alojados en campos de refugio provisionales.

Pero otros 400 mil están aún atrapados en la zona del desastre, sin agua potable ni comida, señaló el ministro regional responsable de la gestión de las catástrofes naturales, Nitish Mishra.

Asimismo, un número incalculable de supervivientes huyeron de la crecida del Kosi -que los lugareños denominan el «rí­o de la tristeza» debido a las frecuentes inundaciones que causa-, caminando en algunos casos incluso dí­as enteros para llegar a Madhepura.

Una vez allí­, vagan sin rumbo, sólo con los pocos vestidos y las sandalias que lograron salvar de las aguas.

Otros damnificados, extenuados, llegan a la ciudad en camiones, tractores o llevando a pie sus vacas y asnos.

El ejército envió a miles de soldados, helicópteros y embarcaciones para intentar rescatar a las decenas de miles de damnificados aún atrapados en sus poblados, ahora barridos del mapa por las aguas.

La situación de los supervivientes refugiados en los campos provisionales no es mucho mejor, pues faltan alimentos y medicinas. Ello llevó ayer a cientos de personas a rodear la subprefectura de la ciudad para denunciar la lentitud de las operaciones de rescate y los socorros.

Y, como sucede en toda catástrofe natural, los socorristas empezaron a manifestar su temor a epidemias propagadas por las aguas de lluvia estancadas que, además, habrí­an contaminado los pocos pozos de agua potable de Madhepura, señaló un responsable del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF).

«Ahora lo importante es organizar los campos para que las gentes puedan tener baños, agua potable y un mí­nimo de cuidados médicos», dijo Malini Morzaria, del Servicio de Ayuda Humanitaria de la Comisión Europea (ECHO).

Mientras tanto, Sunita Yadav descansa al margen de un camino. Lleva un cubo lleno de agua fangosa que confiesa querer usar «para cocinar o beber». «Â¿Qué otra cosa puedo hacer?», pregunta desesperanzada.

El futuro no le ofrece una respuesta demasiado optimista. Y es que se necesitarán meses para que disminuya el nivel del agua en Bihar y el Kosi retome su curso normal, según las autoridades, que se preparar para alimentar y cobijar a un millón de damnificados en los próximos seis meses.