El éxodo del artista


Nadie es profeta en su propia tierra. Entre 12 millones de personas que conforman el gran plano apodado de «Guatemala» un alma sensible se puede deprimir, sin cometer el pecado del cliché que tanto atormenta a los artistas. No hay espacio para la poesí­a dentro del tráfico y simplemente una exposición de Leiva no puede competir contra la publicidad de la Mara Salvatrucha.

Eduardo Silva Alvarado

A veces el entorno mutila inspiraciones que deberí­an de haber sido representadas en Guatemala y que por carencia de entendimiento, emprenden «el gran viaje creativo» que todo artista debe de realizar por lo menos cinco veces en la vida.

Luego vienen los premios y más que los premios, lo que pesa son los años, ya que en Guatemala tenés que estar en tu lecho de muerte para que se te otorguen ciertos adjetivos que a esa edad ya son inútiles y son hasta ofensivos.

Guatemala no tolera a un genio vivo dentro de su territorio, es muy peligroso y las repercusiones podrí­an alcanzar estándares inconcebibles para la población, como el hecho de ser un artista con autoestima y que no tenga que escribir sobre la guerra, los indí­genas y las camionetas.

En Guatemala los artistas son genéricos y repiten el mismo patrón, aquí­ se gana respeto con canas, arrugas y premios, cuando deberí­a de ser por talento. El respeto es un espejismo absurdo que muchos confunden con éxito y por pura ignorancia prostituyen su talento con tal de importar.

La finalidad del artista es escupir caprichos de los dioses para que los que lo puedan entender lo hagan, pero para entender es necesaria la cultura y para que haya cultura es vital la educación.

El arte sin cultura es un arte nómada, en donde los cerebros más brillantes no salen a relucir en la tierra que los vio nacer, sino que buscan otros espacios en otros territorios donde el tema de inditos, guerra y camionetas es relativamente nuevo. Lo maravilloso del caso es que el arte es universal y el artista en muchas ocasiones necesita emigrar para poder poner sus ideas en orden y producir. Lo que necesitamos son más ojos y mentes guatemaltecas que sepan apreciar el valor de una pintura, una escultura y un verso. Para poder crear un diálogo entre Guatemala con sus artistas y así­ verdaderamente el arte tenga sentido.