Es importante aceptar que el conocimiento del Evangelio y sus enseñanzas puede detener la violencia y la delincuencia, originados  por el narcotráfico, la pobreza, los conflictos familiares y la educación deficiente, pues convierte a las personas malas por buenas. La llave para abrir esa puerta divina está en poder de obispos y predicadores que realizan campañas profundas dentro de su feligresía a quienes  inteligentemente siembran la semilla que hace crecer nuevos valores sanos en la familia. La idea es estar convencidos que la respuesta  contra estas desgracias se encuentra en el Evangelio, que al vivirlo intensamente transforma estructuras y personas en sus relaciones con la sociedad, y cambia nuestros corazones para disfrutar la vida que todos merecemos.