En su último número, la revista Time dedica la portada y el principal reportaje al mito de la energía limpia, como se ha dado en llamar a la derivada de fuentes biológicas y que está siendo subsidiada por muchos países del mundo. Entre los detalles que destaca la revista vale la pena decir que una persona podría alimentarse durante un año con el maíz que se necesita para producir el etanol suficiente para llenar el tanque de una camioneta agrícola, pero además del impacto que la generación de esos combustibles está teniendo en los precios de la alimentación y el riesgo de aumentar la hambruna en muchas regiones del mundo, también ocurre que para producir ese complemento energético se tienen que plantar enormes extensiones, lo que contribuye a la destrucción de los bosques naturales.
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En los últimos seis meses del año pasado desaparecieron 750,000 acres de bosque húmedo en Brasil por la política de ese país para impulsar la producción de combustibles derivados de alguna variedad de planta y la frontera boscosa está retrocediendo a pasos agigantados porque el estímulo que ofrece el creciente mercado del etanol es un gran incentivo para la siembra de maíz, soya y caña de azúcar. De todos los productos, únicamente la caña de azúcar refleja un balance positivo a la hora de medir el impacto de las emisiones del «combustible limpio» en relación con las que se lanzan a la atmósfera para producirlo.
Países y empresas dedicadas al comercio de energía están financiando y subsidiando la siembra de enormes extensiones que no producirán alimento, sino etanol y ello aumentará el costo de la alimentación especialmente en los países que dependen de productos como el maíz en su dieta diaria. No extraña que en Guatemala estemos sintiendo con tanta fuerza el impacto de la inflación mundial, puesto que nuestra dependencia del petróleo y de los granos básicos que se han encarecido por el efecto de la demanda mundial de ellos para producir energía biológica, se combinan en forma terrible y las perspectivas pueden ser realmente negras.
La ingenuidad de algunos funcionarios que declaran que están estudiando la cuestión de los precios y que adoptarán medidas para controlarlos, es patética, sobre todo porque una de las cosas que piensan, según lo dijo ayer el Vicepresidente, es que confían en que se detenga el incremento en los precios del petróleo. La tendencia de los próximos tiempos es a que se mantenga el alza y, en todo caso, si la misma fuera contenida, el daño ya está hecho y los precios no volverán a bajar a los niveles de hace un año.
En Guatemala tenemos problemas serios en el tema alimentario y en la medida en que el mundo destine más de su producción agrícola a producir energía que a dedicarlo a la canasta básica del ser humano, pagaremos consecuencias porque no tenemos capacidad de defendernos frente a ese fenómeno mundial. Si es grave el aumento del precio del petróleo, peor es el aumento de los granos básicos que ya han generado alzas importantes en el costo de la canasta básica de nuestro pueblo. Y ya sabemos que para un pueblo en la miseria, que sufre desnutrición crónica, cualquier reducción en el flujo de alimentos, por pequeña que sea, se traduce en daños inconmensurables a la hora de buscar una dieta balanceada para asegurar la debida ingesta de alimentos a la población, especialmente a nuestros niños.