En los ambientes académicos hay temas en los que casi todos concuerdan de manera unánime: los jóvenes regularmente sienten horror a las matemáticas. Las causas suelen ser distintas, desde profesores expertos en el arte de traumar a sus estudiantes, a jóvenes con dificultades naturales para los números. El tema suele ser recurrente y abre muchas posibilidades para jornadas en que pocos tienen de qué hablar.Â
La preocupación parece universal. En días pasados, por ejemplo, se realizó una jornada en Valencia, España, para tratar la problemática y se dijeron cosas interesantes que quizá sirvan de insumo para nuevas reflexiones. Michelle Artigue, presidente de la Comisión Internacional de Educación Matemática (IMIC) y catedrática de la Universidad de París VII, indicó que el «éxito» de algunos estudiantes con buenos resultados en matemáticas reside en dos claves: en el nivel de disciplina y concentración de los alumnos y en el trabajo que realizan después de clase.
De acuerdo con lo conversado en la reunión, los estudiantes estrella para los números son los del sudeste asiático, entre ellos, Corea, Taiwán y China, quienes según investigaciones, han superado con creces a los jóvenes del mundo entero. Pero, ¿basta la disciplina, la concentración y el trabajo que realizan después en clase? Eso es lo que los tiene pensando y todo apunta a que hay muchas razones para creerlo así.
Frederic K. S. Leung, de la Universidad de Hong Kong y profesor corresponsable del estudio junto a Artigue, afirma que el éxito de los estudiantes asiáticos no parece haber ido acompañado por las correspondientes actitudes positivas hacia las matemáticas. De hecho, dice, muchos de ellos, la mayoría, no se dedican en el futuro por las matemáticas.Â
Los buenos resultados no se deben tampoco a la manera en que se imparten las clases en esos países. Los profesores no son magos en la didáctica de las matemáticas. La razón, por tanto, debe buscarse en otro lugar. En Valencia se ha revelado el secreto: «se han propuesto factores culturales como posibles explicaciones tanto de los resultados obtenidos como de las actitudes mostradas». Entre ellas, el valor de la disciplina, de la autoridad docente y de la educación como factor de promoción social, que priman en los países de tradición confuciana frente a los de la cultura judeocristiana, admite Artigue. Leung menciona «la importancia de la familia en el valor que se le da en China al aprendizaje escolar. Los padres ayudan a sus hijos en las tareas e invierten mucho dinero en clases».
Si es cierto lo que indica la noticia recogida en El País, la tarea de los padres de familia resulta obvia y va en la línea de lo que siempre hemos dicho en este espacio: hay que apoyar todo el tiempo a los hijos en las tareas e invertir en la educación de los pequeños. Por otra parte, resulta urgente volver a los antiguos valores para el éxito en la escuela, es decir, la disciplina y la tenacidad para dominar las materias. Nihil novum sub sole, ¿no?