Los aparatos electrónicos se hacen más compactos, ganan en potencia y al mismo tiempo son cada vez más sensibles a una amenaza proveniente de la noche de los tiempos, los rayos cósmicos, partículas emitidas hace millones de años por astros lejanos.
El 18 de mayo de 2003 es día de legislativas en Schaerbeek (Bélgica): una máquina electrónica para votar marca 4.096 votos más que el recuento manual. Para los investigadores, el daño lleva firma: la diferencia es una potencia de dos. Un error binario traiciona, según ellos, a un culpable de origen galáctico.
«Este fenómeno es conocido desde hace tiempo por los especialistas de la aeronáutica y el espacio, pero con la carrera de la miniaturización de los componentes, cualquier aparato puede sufrirlo ahora», explica a la AFP Jean-Luc Autran, científico del laboratorio L2MP (CNRS/Universidad de Provenza) de Marsella, sur de Francia.
Cuando unas partículas galácticas vienen a estrellarse contra las capas superiores de la atmósfera terrestre, se rompen en varios fragmentos que a su vez chocan contra otros átomos del aire. Sólo una ínfima fracción de la cascada de partículas generada de esta manera llegará al suelo.
Al nivel del mar, un centímetro cuadrado es bombardeado cada hora por diez neutrones. A la altitud de crucero de los aviones, son 10 mil neutrones.
«Tome el ordenador portátil, que funciona perfectamente, y haga un vuelo transatlántico: existe una alta probabilidad de que todo se bloquee una vez durante el viaje y tenga que inicializar el aparato», indica Autran.
Nuestro Sol puede hacer de las suyas. En condiciones normales, las partículas de viento solar no son bastante energéticas para llegar al nivel del suelo. Pero en el momento de la erupción solar de octubre de 2003, se pudo comprobar una multiplicación por 55 del número de fallos de memorias de ordenadores.
Un neutrón que choca contra un componente electrónico, le desencadena una carga eléctrica parásita. «Ayer era desdeñable. Pero hoy la carga generada por este tipo de fenómeno puede ser del mismo orden de grandeza que la carga que permite almacenar una información en una memoria».
«Guardar la información cada vez requiere menos energía eléctrica y la vulnerabilidad de los circuitos integrados crece un factor dos en cada generación», explica el científico. Cuando se pasa involuntariamente de cero a uno -las únicas posiciones que conoce la informática- las consecuencias pueden ser «catastróficas», cuando el error afecta a una función vital de un marcapasos, una locomotora de alta velocidad o un freno ABS.
Para precaverse de la amenaza, los constructores aeroespaciales han «endurecido» su electrónica multiplicando los circuitos redundantes. Una solución costosa que se puede prever para un avión o un satélite. Pero de ahí a aplicarla a cientos de millones de teléfonos móviles…
Para calibrar el fenómeno, Autran y su equipo han abierto en 2006 la plataforma ASTEP, que ha requerido una inversión de 1.100 millones de euros, para estudiar las memorias SRAM o inmediatas de los ordenadores.
En la meseta alpina de Bure, a 2.550 metros de altitud, un banco de pruebas está instalado en un antiguo radiotelescopio con la misión de determinar el número de ceros transformados en unos (y viceversa) por los rayos cósmicos. El número de incidentes debería ser 10 veces mayor que al nivel del mar.
Un equipamiento similar fue instalado en los locales del laboratorio de Marsella y otro más a 550 metros de profundidad en el antiguo puesto de mando de las fuerzas estratégicas francesas de la meseta de Albion. Este último debería grabar sólo los errores causados por la desintegración radioactiva de las impurezas de los chips.