Hace algunos días un asistente a las reuniones de gabinete me decía que las mismas son poco productivas porque cada uno de los funcionarios se concentra en lo que quiere decir y ni siquiera escuchan lo que está diciendo el colega que está en uso de la palabra porque lo que les interesa es hablar de su propio rancho. No hay trabajo de equipo y el gabinete es un foro para oírse uno mismo, me decía esta persona con relación a las reuniones semanales que se tienen en la Casa Presidencial.
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La verdad es que desde el inicio del gobierno ha sido público, porque se hacen filtraciones que llegan especialmente a las secciones de chismes, que hay grupos antagónicos que se mantienen enfrentados. Pero por si alguna duda cabe de cuánta distancia hay entre algunos funcionarios, basta ver cómo se llevan de las greñas el Ministro de Finanzas Públicas con el Superintendente de Administración Tributaria por el tema de la recaudación fiscal y las previsiones para el futuro. Finanzas y la SAT son entidades que necesitan trabajar armoniosamente y en equipo porque la programación del gasto público que tiene que hacer el Ministerio depende absolutamente de la recaudación efectiva y de las estimaciones a futuro que debe hacer la autoridad tributaria del país. Sin embargo, basta que uno de ellos diga blanco para que el otro diga negro, al punto de que ya el licenciado Centeno dijo que si su colega Gutiérrez no llega a las metas, habrá que buscar a otro que lo pueda hacer.
Desde antes de que asumieran los cargos públicos habían noticias de las diferencias serias que por cuestiones de poder en el partido tenían la secretaria general, Roxana Baldetti, con el candidato a Alcalde Alejandro Sinibaldi, no obstante que ambos fueron parte importante de la organización de la estructura partidaria. Pero evidentemente las cuestiones son mucho más profundas y se ha visto cómo facciones del gobierno se encargan de filtrar informaciones a los medios sobre reales o supuestas intromisiones de la Vicepresidenta en distintas dependencias y no hay fin de semana en que no se le dediquen espacios extraordinarios a los chismes que circulan alrededor de sus funciones.
Eso provoca un enorme desgaste y por eso vemos que el gobierno se diluye básicamente en las iniciativas mediáticas del gobernante como la que hizo inicialmente sobre el debate para legalizar la droga o la más reciente, igualmente condenada al fracaso, de la reforma constitucional. Y cuando se plantean debates verdaderamente serios e importantes sobre los temas que en el país necesitan con urgencia el cacareado cambio que era la promesa de campaña, vemos que no hay interés por colocarlos en forma privilegiada dentro de la agenda de país.
Especialmente hablo del tema de la transparencia donde la ausencia de compromisos y voluntad política es evidente. Ahora resulta que el mismo oficialismo está bajando el perfil a la Ley contra el Enriquecimiento Ilícito y se habla ya de modificaciones que la harán una ley medio pendeja que no servirá ni siquiera para tapar el ojo al macho.
No digamos cuando salen a luz negocios concretos como el del Puerto Quetzal en donde es evidente que hay compromisos muy grandes que obligan al mandatario a avalar acciones que, si él las hubiera visto en funcionarios de otros gobiernos cuando estaba en la llanura, hubiera criticado con energía y firmeza por el impacto que tiene ese tipo de comportamientos en la moral colectiva.
Y, de hecho, es obvio que ese negocio del Puerto se hizo público porque alguien que se quedó silbando en la loma con la intención de hacer negocio dispuso recurrir a las ya célebres filtraciones que caracterizan a este gobierno donde lo que menos hay es armonía y trabajo de equipo.