El enésimo obstáculo para el Tratado de Lisboa


Vaclav Klaus, presidente de República Checa. FOTO LA HORA: AFP MICHAL CIZEK

El presidente checo, Vaclav Klaus, se ha convertido en el enésimo obstáculo para la ratificación del Tratado de Lisboa, clave para el futuro de la UE, amenazando con bloquear el proceso justo cuando Bruselas creí­a haber superado la crisis con el referéndum favorable en Irlanda.


El muy euroescéptico presidente, que llevaba meses amagando con tratar de dar al traste con el Tratado de Lisboa, que tanto esfuerzo y tiempo ha costado aprobar en los 27 paí­ses de la Unión Europea (UE), materializó su amenaza.

«Siempre he considerado el Tratado una mala evolución de la UE (…) que empeorará la posición de nuestro paí­s exponiéndolo a nuevos riesgos», declaró Klaus el viernes.

La ví­spera habí­a exigido al primer ministro sueco y presidente de turno de la UE, Fredrik Reinfeldt, incluir «un par de lí­neas» al texto, una especie de pie de página a la Carta Europea de Derechos Fundamentales.

Una modificación del Tratado, piedra angular del futuro de la UE, requerirí­a abrir de nuevo el debate sobre el texto, una posibilidad que los dirigentes europeos no quieren ni deber imaginar.

«Es un mal mensaje en un mal momento», resumió Reinfeldt, mostrando su exasperación.

La presidencia sueca se habí­a fijado como objetivo la entrada en vigor del tratado antes de fines de año, después de que los irlandeses lo aprobaran la semana pasada en un segundo referéndum, tras haberlo rechazado una primera vez en junio de 2008.

Con el visto bueno de los 27 paí­ses miembros de la UE, el Tratado sólo debí­a ser firmado por los presidentes polaco y checo.

Pero mientras Polonia, que también trató de poner alguna traba alargando el suspense, anunció el jueves que finalmente lo rubricará el sábado, la República Checa sigue dispuesta a dar guerra.

«Antes de la ratificación, la República Checa debe negociar… una excepción», lanzó Klaus.

El presidente «quiere garantí­as similares» a las que se ofrecieron a Polonia y Gran Bretaña durante la negociación del texto en 2007 y por ello exige una nota a pie de página, explicó el viernes el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Buzek, enviado a Praga para esclarecer la cuestión.

Entonces, Polonia se habí­a asegurado de que el Tratado no le obligarí­a a autorizar los matrimonios homosexuales y Gran Bretaña habí­a insistido en que la legislación europea en ningún caso primara por delante de su sistema judicial.

Lo que Klaus pide concretamente, y que deberí­a ser sometido a la aprobación del resto de dirigentes europeos en su cumbre de fines de octubre en Bruselas, son garantí­as de que los alemanes expulsados tras la Segunda Guerra Mundial de las fronteras de la actual República Checa no podrán exigir la devolución de sus propiedades.

Las consecuencias de esta demanda pone los pelos de punta a los lí­deres de la UE, divididos entre optar por un tono firme contra Praga o mostrarse conciliadores.

«No vamos a cambiar el Tratado de Lisboa», pese a «que no tengo ninguna duda de que el presidente Klaus seguirá inventando muchas dificultades», aseguró, desafiante, el canciller francés, Bernard Kouchner.

«Estoy seguro de que la República Checa finalizará el proceso necesario para la entrada en vigor (del tratado) y espero que lo hará lo antes posible», confió en cambio el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso.

El texto, elaborado después de que los electores franceses y holandeses rechazaran el proyecto de Constitución Europea en 2005, está destinado a mejorar la eficacia y el peso de la UE en el mundo, nombrando principalmente a un presidente permanente y a un único responsable de Relaciones Exteriores.