El encanto de Bond, James Bond


Roger Moore protagonizó la pelí­cula

Este 28 de mayo, se cumple el centenario del nacimiento de Ian Fleming (1908-12 de agosto de 1964), un británico que alcanzó fama y fortuna con sus creación del personaje de James Bond, el agente secreto del servicio británico, catalogado como 007.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

La chica Bond ha sido motivo de admiración por los fanáticos de las pelí­culas. En la gráfica, Julieta Brandi, chica Bond.

James Bond es casi una autobiografí­a de Fleming, con la excepción de los peligros. El escritor participó en la actividad del espionaje para la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Frí­a, lo que le hizo conocer este mundo. También, quienes conocieron a Fleming saben que la personalidad frí­a, pero encantadora de Bond, es la misma de su creador.

Biografí­a

Fleming nació en Londres. Estudió en la Real Academia Militar y enseñó inglés en varios paí­ses europeos. Fue periodistas y corredor de bolsa. Su versatilidad lo condujo, luego, a la Inteligencia Naval de la Royal Navy del Reino Unido.

Se obsesionó con la mí­tica máquina «Enigma», la codificadora nazi que lograba crear los mensajes secretos. Fleming creó la Operación Ruthless para capturar esta máquina, pero no lo logró. Otras personalidades estuvieron ligadas a «Enigma», como Noam Chomsky, que tras intentar por varias ví­as descifras sus mensajes, se convirtió en uno de los mejores lingí¼istas del siglo XX.

Regresando a Fleming, este trabajo de inteligencia lo hizo estar muy de cerca en el mundo del espionaje. Poco tiempo después de terminada la guerra, ya tení­a su primera novela escrita del 007: Casino Royale, basada en una experiencia personal.

Casi de golpe, las novelas de Fleming fueron alcanzando fama, y a menos de diez años después, ya se estaba realizando la primera adaptación cinematográfica, la que darí­a inicio a una larga serie de pelí­culas de James Bond, que aún no acaba de agotarse.

Con las novelas, Fleming era rico y famoso. Con las pelí­culas, aún más. Decidió retirarse tranquilamente en Jamaica, en donde murió aún muy joven. Sin embargo, ha dejado uno de los legados de culto popular más simbólicos.

007

James Bond es el mí­tico espí­a del Servicio Secreto Británico, creado por Ian Fleming. Su código era el 007 (el doble cero significa que tení­a licencia para matar).

Según dicen quienes conocieron a Fleming, las historias de Bond son, en gran medida, autobiográficas; la personalidad del espí­a también fue heredada por su creador. Frí­o en el trato, refinado en gustos y con un enorme cúmulo de conocimientos, adquiridos por su hábito de lectura, no es más que la forma de ser de Fleming. Además, lo mujeriego también era uno rasgo del escritor.

En cuanto a las historias, muchas fueron basadas en experiencias reales del creador. Fleming, tal vez, no sufrió aventuras tan intensas, pero sí­ estuvo inmerso en el mundo del espionaje, tanto que pudo recrear el mundo en sus novelas.

Novelas / pelí­culas

Las novelas de Fleming han sido llevadas casi en su totalidad al cine. La compañí­a EON compró los derechos de los libros para adaptarlos al cine, aunque ha habido al menos tres esfuerzos de cine independiente para historias del 007.

La primera novela, «Casino Royale», también fue la primera pelí­cula. Se basó en una experiencia real de Fleming en un casino de Portugal durante la Segunda Guerra Mundial. El paí­s lusitano, por su condición neutral, permitió el encuentro de muchos espí­as.

Fleming se habrá topado con muchos de ellos en el casino, y alucinó que estaba jugando para quitarle el dinero a los nazis, aunque seguramente jugaba con empresarios europeos.

En la historia, James Bond juega precisamente con Le Chiffre, un agente ruso, que habí­a perdido todo el dinero de sus negocios «malignos». Bond logra ganarle todo el dinero; posteriormente, lo secuestra, lo tortura, pero el espí­a británico logra escapar.

El mismo año que «Casino Royale», Fleming publica «Vive y deja morir», en donde desarrolla la «filosofí­a» Bond. El espí­a investiga a Mí­ster Big, el lí­der de una banda de Nueva York. El lema: Vive y deja morir, representa que Bond debe decidir entre sucumbir ante el enemigo, o matarlos para continuar viviendo.

En un plazo de diez años, Fleming publica la mayorí­a de sus novelas: «Moonraker» (1955), «Diamantes para la eternidad» (1956), «Desde Rusia con amor» (1957), «Dr. No» (1958), «Goldfinger» (1958), «Sólo para tus ojos» (1959), «Operación Trueno» (1961), «El espí­a que me amó» (1962), «Al servicio secreto de su Majestad» (1963), «Sólo se vive dos veces» (1964), «El hombre de la pistola de oro» (póstumo) y «Octopussy» (póstumo).

La última publicada en vida, «Sólo se vive dos veces», Bond supuestamente muere, tal vez suponiendo el autor su futuro deceso. Sin embargo, en «El hombre de la pistola de oro», Bond regresa al Reino Unido, en donde se le consideraba muerto. Esto supone que Fleming ya no escribió esta novela, ni el siguiente libro «Octopussy», ya que, al parecer, el espí­a habí­a muerto.

Las novelas fueron continuadas por Kinglsley Amis (de quien se supone escribió las supuestas versiones póstumas de Fleming), John Gardner, Charlie Higson y Raymond Benson. Este año, está en puertas de la publicación una nueva novela Bond, escrita por Sebastian Faulk, «La esencia del mal».

Pelí­culas

Ante el éxito de las novelas de Fleming, la productora EON se apuró en comercializar las pelí­culas. Inició con «Casino Royale», protagonizada por Sean Connery, quien protagonizó a Bond en ocho filmes. Otros actores han sido George Lazenby, Timothy Dalton, y más recientemente Pierce Brosnan y Daniel Craig.

Sin embargo, nadie duda de que fuera Roger Moore, quien se hiciera famoso por su personaje en la serie británica «El Santo», el que mejor interpretarí­a a Bond. Su frialdad y su encanto ante las mujeres, hicieron que su interpretación fuera rememorable.

En cuanto a la música, las adaptaciones de James Bond han contado con los mejores músicos del momento. Dependí­a del lugar donde se desarrollara la trama. Probablemente, la canción más recordada fuera la de Paul McCartney con su canción «Vive y deja morir» para la pelí­cula homónima.

El ex Beatle capturó la esencia de la «filosofí­a» Bond y la metió dentro de la canción. Hay dos melodí­as dentro de ésta: la cantada en un tono suave de balada, en donde McCartney expresa este sentir; y una parte instrumental, que se torna tormentosa y fuerte, la cual fue utilizada como leit motiv dentro de la pelí­cula. Cuando Bond se encontraba en peligro, y para sobrevivir tení­a que matar, sonaba esta melodí­a.

Otras que han trascendido son las de Barry White. Para la próxima pelí­cula Bond, se ha contratado a la cantante Amy Winehouse, la más reciente triunfadora en los premios Grammy»s.

Otro punto resaltante de las pelí­culas es la actriz que representa a la llamada popularmente como la «Chica Bond».

Culto popular

Las novelas y pelí­culas utilizan una sintaxis muy simple. El «ritual» Bond se sigue en todas al pie de la letra. La fórmula: acción, peligro, mujeres y triunfo final, ha sido exitosa comercialmente. Es por ello, que ha dejado enormes dividendos para quienes la comercializan.

Por su parte, el culto popular ha mantenido a las pelí­culas Bond siempre con altos niveles de expectación.

Este carácter popular desmereció en sus primeros años el análisis de los intelectuales, por considerar al fenómeno Bond como vací­o. Sin embargo, Umberto Eco, el semiólogo italiano, sentó cátedra en 1965 al exponer un ensayo estructuralista sobre la sintaxis de las novelas Bond.

Eco manifestaba en ese ensayo que los fenómenos culturales populares merecen la atención de los intelectuales. í‰l, como parte de su aporte, estudió la estructura de las novelas para identificar cuál era el encanto que tení­an.

Descubrió una sintaxis muy simple, pero efectiva: en alguna parte del mundo hay una «injusticia», en donde se ve involucrado el Servicio Británico Secreto. Bond es llamado por M (su jefe), y lo enví­a sin mucha información. Pronto el espí­a entra en contacto con un colaborador, quien le informa sobre la situación.

Una mujer, la llamada Chica Bond, seduce al espí­a. Pero la mujer pertenece a las redes de la «mafia». Sin embargo, ella es buena en esencia, por lo que Bond se decide «liberarla». Esta liberación ocurre a través de la posesión sexual de Bond hacia la chica, uno de los elementos fundamentales de la estructura, según Eco.

La chica lo conduce hacia el «malo», quien usualmente es una persona con algún defecto fí­sico. Por ejemplo, el Dr. No, de la pelí­cula homónima, no tení­a manos, y tení­a dos artefactos biónicos muy poderosos. En contraste, el malo difiere de Bond en que aquél es frí­o sexualmente, por lo que sienta distancia para el lector/espectador en la sexualidad de estos dos, en donde interfiere precisamente al Chica Bond.

Bond casi siempre es capturado (o se deja capturar). El malo pospone su ejecución, lo cual es aprovechado por el espí­a para salir y luego matarlo y destruir el pequeño imperio del mal construido. Por último, Bond lucha contra el segundo a bordo del eje maligno contra el que batalló; este segundo a bordo casi siempre era un hombre alto y fuerte, muy superior fí­sicamente a Bond, pero éste siempre lo termina venciendo.

La novela / pelí­cula termina en que Bond retorna (en avión, tren, barco, lancha, etc.) en compañí­a de la Chica Bond, concluyendo con un apasionado beso.

Eco demostró que con un buen análisis se pueden deconstruir los fenómenos populares, aconsejando a los intelectuales preocuparse por éstos, y no simplemente por el arte elevado, hegemónico y cortesano.

El fenómeno Bond también se vio beneficiado por la Guerra Frí­a, ya que constantemente los «malos» pertenecí­an al eje pro ruso (en algunas pelí­culas, habí­a representaciones de Fidel Castro, aunque no se mencionaba directamente su nombre), por lo que también fue utilizado como una estrategia anticomunista por parte del eje Reino Unido / Estados Unidos, para la publicidad del Primer Mundo.