La reciente decisión del Gobierno del presidente ílvaro Colom, de aumentar las filas castrenses en momentos en que el ojo público se encuentra hipnotizado con el estira y encoje del proceso electoral, parece no haber despertado mayor interés, todavía.
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Sin embargo, este hecho, a dos meses de realizarse las elecciones generales, no puede sino interpretarse como otra de tantas excusas que ha utilizado y utilizará el Ejecutivo para tratar de hacer responsable a la oposición –en exceso poco constructiva, que dice no a gran parte de las propuestas del Gobierno– del fracaso de su gestión en cuanto al tema central y mediático en que se basa el actual proceso eleccionario: inseguridad.
Adicionalmente, es por demás previsible que también será otra forma de campaña a favor del partido oficial, pues se condiciona el aumento de efectivos del Ejército a los resultados que se alcancen en el Congreso de la República.
Es decir, el incremento de efectivos está sujeto al endoso de una ampliación presupuestaria para el Ejecutivo, de la cual es responsable el Legislativo, y así entonces se podría recuperar parte de la tropa que se necesita para que la institución armada cumpla con su función y, de esa cuenta, el partido que no la apoye estaría, supuestamente, condenando aún más a nuestro Estado al fracaso en garantizar seguridad.
No obstante, el presidente Colom sabe que en el Congreso no están dispuestos a aprobarle un centavo más para su presupuesto y, por lo menos, en el tiempo que le queda a este Gobierno para concluir su período, el número de militares parece que no tendrá un aumento significativo.
Bien haría el Presidente en enfocarse en prioridades –y dejar de hacer campaña de una vez por todas– que evitarían que su de por si ya mal calificada gestión se empañe aún más; porque según como va el panorama electoral –denegatorias de inscripción de la presidenciable oficialista, Sandra Torres, y del de la coalición ViVa-EG, Harold Caballeros– más tendría que preocuparse de que su partido –al que se supone renunció en su toma de posesión– no emule días atroces como el Jueves Negro y Viernes de Luto que se derivaron, precisamente, porque el partido oficial de entonces –como el actual– quiso saltarse prohibiciones constitucionales y presionó a las instituciones encargadas de hacer valer las leyes vigentes en el país para inscribir a su candidato.
Obviamente, no es la primera vez que el Presidente sabe de esta advertencia, y por eso mismo debería prevenir a toda costa que tal situación se dé, al igual que los dirigentes de la UNE-Gana.
Por el otro candidato no debe preocuparse, es decir, por Caballeros. Pues si sus correligionarios salieran a manifestar, quizá utilicen la Plaza Italia, un domingo, sin causar estragos al resto de la población.
Para el próximo período gubernamental quedarán las discusiones sobre el Ejército, es decir, si debe aumentar su número de elementos y reducir el de mandos; o si los recursos asignados son suficientes para cumplir su labor, etc.
Mientras tanto, al día de hoy, debemos enfocarnos en cómo resolver los problemas que parece se avecinan pronto: supuesta efervescencia social por una persona.