El atentado en contra del ambientalista Yuri Melini, director de Calas, no debería pasar desapercibido porque tras el ataque hay un mensaje que debemos interpretar para enviar una respuesta a los que han sido el cerebro de tal fechoría. Parece ser claro, en primer lugar, que no es un hecho aislado ni un accidente, sino el cálculo planificado y meticulosamente ejecutado por quienes temen perder poder y capacidad para seguir depredando el país.
No es difícil imaginar que Melini se convirtió en el enemigo a vencer por su posición de liderazgo en un tema delicado para los intereses de sectores poderosos que no sienten escrúpulo en defender sus ganancias a cualquier precio. Esto significa que en Guatemala se necesita vocación de mártir para defender con principios y de manera civilizada los valores que van más allá del lucro y del egoísmo extremo al que las grandes transnacionales hacen profesión de fe.
Los adversarios de Melini no han podido soportar el diálogo, la discusión y la persuasión y han optado como su naturaleza animal les ha indicado: con violencia criminal. Como no han sabido responder con inteligencia a los argumentos expresados, como han sido incapaces de reconocerse perdedores y como se les ha puesto en evidencia, han renunciado al juego civilizatorio y mostrado los colmillos. El director de CALAS sabía con quienes se estaba enfrentando, pero, fiel a la verticalidad de sus principios, no dio marcha atrás.
En este sentido, Melini engrosa las filas de quienes renunciando a la comodidad de una profesión lucrativa, han luchado y se esfuerzan por una Guatemala diferente. No a través de la palabra, del trabajo aislado o como francotirador, sino por medio de un compromiso público. El trabajo del Director de CALAS demuestra que se puede incidir en la política nacional si se quiere y se muestra tenacidad para conseguir los propósitos establecidos.
Recientemente, al ser consultado sobre cuál había sido la batalla más difícil conseguida, respondió:
«El tema de la lucha contra el poder paralelo me ha puesto mucho a pensar, no por las amenazas de muerte, las asumo como parte de mi trabajo. Si yo tuviera que hablar de la batalla legal más difícil, talvez la más frustrante, fue haber logrado la concertación política en el Congreso para aprobar la Ley de Aguas y que fueran los pueblos en el altiplano los que se opusieran cuando ellos iban a ser los más beneficiados. Me causó mucha tristeza. Alguien le llenó la cabeza a la gente en Totonicapán y nos hizo desastre un asunto que me había llevado un año».
El ataque contra Melini no ha sido contra Yuri Melini, sino contra la vida civilizada y democrática, contra los ciudadanos guatemaltecos. El atentado significa una advertencia contra quienes intenten oponerse a los proyectos que amenacen el ambiente. Recibido el mensaje habría que responder, en honor a Melini y su trabajo, que la lucha debe continuar y que los principios y valores no se negocian. Las balas pueden matar el cuerpo, pero no apagar la voz ni los ánimos de lucha por un mundo mejor.