El efecto mariposa de las mujeres


Existe una leyenda muy antigua en la historia de la humanidad, especí­ficamente de la época Catalhoyuk en Turquí­a hace más de ocho mil años, que evoca el sentido simbólico que tení­a la silla como instrumento en el cual se sentaba la mujer. Esa silla no tení­a la connotación de trono jerárquico desde el cual el poder se pudiera ejercer de manera abusiva con control y dominación absoluta. Esa silla en la cual se sentaba la mujer simbolizaba la armoní­a de la naturaleza, la fertilidad, la sabidurí­a alcanzada por la experiencia. El lugar de la silla era el producto de la colectividad y ese reconocimiento no era para siempre, era el sí­mbolo de un sitio dignificado por todos, representado en ella que sintetizaba la vida.

Julio Donis

Pasó el tiempo y algo empezó a suceder, algo empezó a cambiar, la violencia se apoderó de la colectividad, la naturaleza perdió su equilibrio vital y grandes catástrofes alteraron el entorno. La silla fue apoderada por él con la idea de convertirla en un legado de por vida y la misma se convirtió en el trono de la monarquí­a desde donde se ejerció el poder sobre súbditos y bienes.

La anterior es una leyenda que podrá ser cierta o no, pero la historia no aguanta más la urgencia de empezar a reconocer que el sistema predominante de control y dominación en las relaciones entre hombres y mujeres, es erróneo y desequilibrado. No estoy hablado del paquete enlatado llamado «enfoque de género» promovido por los oleajes de la cooperación internacional, cual sello que le aprueba cualquier gestión de cooperación y le abre las puertas hacia el puerto del progreso y el desarrollo. De lo que hablo es de un sistema fino y sutil de dominación que extingue la vida a través de formas negadoras de la existencia y maneras aterradoras de acabar con la vida de las mujeres; ser el segundo paí­s del mundo con las mayores tasas de muerte a mujeres habla por sí­ solo.

La teorí­a del caos indica que aún en medio de ese desorden sin aparente relación, todo tiene una conexión y por lo tanto una acción en este lugar se convierte en otro sitio en un gran efecto. Se dice a modo de ejemplo descriptivo que la agitación de las alas de una mariposa podrí­a convertirse en un huracán al otro lado del mundo. Esta sociedad es seguramente lo más parecido a un caos, sin embargo aún en medio de esa adversidad, las mujeres resurgen, proponen y brillan, muchas veces con una lógica distinta a la del poder violento y hegemónico de la dominación.

La leyenda turca contaba que el miedo hizo que ellos dejaran de ver la naturaleza en intrí­nseca interrelación con el ser humano y la separaron como otra cosa diferente. El afán por la concentración del poder también dicotomizó al hombre y la mujer en una relación de desigualdad que puso a servir a unas y a mandar a otros. El poder de ellos sobre ellas implementó con el tiempo, un sistema de reglas, instituciones y hasta religiones que le aseguraran la silla, y a partir de entonces el tiempo ha sido una historia larga de dominación.

La leyenda no está lejos de la realidad y las mujeres guatemaltecas enfrentan los retos a pesar de la violencia y de un mundo cerrado que los hombres hemos construido. Las Montenegro, las De León, las Cameros, las González, las Figueroa, las Simon, Las Barrios y muchas más están haciendo una propuesta diferente desde otros códigos que proponen un mundo distinto que se mezcle con las acciones de hombres dispuestos a cuestionarse a sí­ mismos sin perder de vista que la contradicción esencial es económica.