El drama, dolor y recuerdo que deja el secuestro


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El secuestro va más allá de la separación abrupta de un ser querido. Las implicaciones tienen un sentido profundo que pocas personas pueden describir. Solo quienes han vivido esa experiencia pueden ofrecer una aproximación al dolor y la agoní­a que implica vivir “un infierno” en la tierra. La Hora presenta dos rostros de esta realidad: La familia Sandoval Richardson –que perdió a Beverly-, y una sobreviviente que relata su angustiosa experiencia al ser secuestrada.

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POR MARIELA CASTAí‘í“N
mcastanon@lahora.com.gt

Han pasado 15 años del secuestro de Beverly Sandoval Richardson, la estudiante universitaria que en 1996 fue plagiada y posteriormente asesinada a manos de un grupo criminal, pero ni el paso del tiempo ni la justicia han cerrado las heridas que ese suceso dejó en la familia.

La madre de la ví­ctima, Beverly Richardson, recuerda la agoní­a que representó esperar un año y medio para encontrar el cadáver de su hija, pese a que para entonces ya habí­a pagado lo que pensaba era el “rescate” que le pedí­an los secuestradores por la liberación de Beverly.

“Fue horrible esperar año y medio; una agoní­a, un dolor muy grande para toda la familia. Siempre tuve fe para esperarla, pero también le pedí­a a Dios que sí­ no estaba viva me permitiera enterrarla y él me dio esa satisfacción”, cuenta la madre, con una notable emoción.

El 4 de noviembre de 1997 es una fecha que nunca olvidarán los Sandoval Richardson, pues fue cuando exhumaron en el cementerio el cuerpo de la joven; su madre logra identificarla y las pruebas realizadas por los expertos de la morgue lo confirman el 24 de diciembre del mismo año.

“A ella la entierran en agosto del 96 como XX (…) en noviembre del 97 yo sí­ llego a esa exhumación y también el dentista que le habí­a quitado las cuatro cordales. Entonces la reconocemos”, dice Richardson.

Las pesquisas, según los familiares de Beverly, indican que la joven fue estrangulada. Sus captores hicieron un agujero para enterrarla en un barranco en Bárcenas, Villa Nueva, pero  las fuertes lluvias de la temporada invernal arrastraron su cuerpo, lo cual permitió dar con su paradero y posterior exhumación. “La estrangularon con una bolsa plástica y un pedazo de madera. La desnudan, la hincan y encima de ella le hacen el torniquete”, refiere Richardson.

Tras la identificación y captura de los responsables, uno de los desafí­os más grandes, según la entrevistada, es ver a los ojos a los secuestradores, pues Richardson estuvo presente en el juicio que se realizó contra el grupo delictivo que secuestró a su hija.

“Es horrible ver a todos los que lograron capturar.  Eran 17 reos en la Corte Suprema de Justicia (CSJ) durante junio, julio, agosto y dí­as de septiembre. Estarlos viendo todos los dí­as que se rí­en, se burlan frente a mí­ es algo espantoso; tenerlos enfrente con esas sonrisas sarcásticas es horrible, como le digo, solo Dios me dio tanta fuerza”, dice la madre de Beverly.

La familia Richardson Sandoval apenas ha dado los primeros pasos para sobrellevar el dolor de la pérdida de la jovencita. La madre dice que aún tiene la esperanza de que algún dí­a verá a su hija “sonriente, con su peculiar forma de vestir, jeans, blusa tí­pica, alpargatas, aretes de paisajes de Atitlán y sus pulseras de pita compradas en su querida Antigua Guatemala”.

Por el asesinato de Beverly están en el corredor de la muerte Carlos Chun Choc, Douglas Montt Solórzano y Gustavo Carranza; siete secuestradores más fueron condenados a penas de 20 a 50 años de prisión, mientras que otros siete fueron dejados en libertad por falta de pruebas.  A esta estructura también se le adjudica el asesinato de los empresarios Cristóbal Mendoza y Sandoval Del Cid, en 1997.

“ME GRITABAN, ME INSULTABAN”

El deseo de asistir a una mujer que aparentemente estaba a punto de dar a luz terminó en una pesadilla para Ana*, quien fue secuestrada hace algún tiempo en su propia clí­nica médica, ubicada en la zona 1 capitalina.

Cuando se acercó a ayudar a la mujer que pedí­a ayuda, esta y un hombre la plagiaron, obligándola a marcharse con ellos amenazada con pistola.

“Estando en la clí­nica la mujer sacó del morral que llevaba una tremenda ametralladora y él también; me dijeron “esto es un secuestro”.  Esto sucedió frente a la antesala que estaba llena, frente a mi suegra que estaba de secretaria y mi esposo, que estaba dando su consulta. Fue una situación muy difí­cil, nos tiraron al suelo y súbitamente tuvimos en la clí­nica cinco hombres fuertemente armados llevándome secuestrada”, recuerda.

Según la ví­ctima, fue obligada a subir a un carro, le taparon la cara con un trapo; no recuerda el camino que utilizaron los maleantes porque estaba desconcertada y asustada. “Cuando me meten al carro puedo ver con esfuerzo a un tipo gordo de muy mal aspecto. Yo les decí­a “Señores “¿de qué se trata esto?” Ellos me insultaban, me gritaban, me decí­an que mejor me callara porque las preguntas las hací­an ellos”.

Ana percibió que habí­a llegado a una morada sencilla donde hací­a mucho frí­o, la lanzaron a una colchoneta, la esposaron, le taparon los oí­dos y los ojos para que no identificara a nadie.  La situación le provocó mucho daño emocional, que aún no supera. “Empiezo a hacer un análisis retrospectivo y decí­a “Dios mí­o, cuánto te he fallado, cuántas ofensas habré hecho en mi vida”.  Un dí­a me esposaron tan duro que no dormí­ toda la noche. Yo decí­a “Dios mí­o si estas manos han sido utilizadas para salvar vidas por qué estos inescrupulosos me causan daño”, dice entre lágrimas.

La alimentación de la ví­ctima era una pequeña porción de frijoles, tortillas tostadas o duras y un vaso de café frí­o.

Después de la tormenta vino la calma. Una noche de octubre los delincuentes decidieron liberarla. La condujeron entre unos matorrales y la llevaron hasta una carretera principal –que no recuerda con precisión- donde la esperaba un bus extraurbano que no le cobró el pasaje para trasladarla. Ahora cree que los delincuentes lo pagaron.

“Estaba tan mal que me quedé dormida, cuando me despierto me doy cuenta que estoy en Villa Nueva, después llegó al Trébol. Me bajó sin un centavo en la bolsa y prefiero caminar hasta la Avenida La Castellana, a la casa de mi madre; para mi pena no me abrieron y me entero que está en el intensivo.  Durante mi secuestro se puso muy grave.  Toco a la  puerta de una vecina, ella muy linda esperó hasta que llegara mi esposo”, relata.

Hoy la ví­ctima se pregunta a sí­ misma: ¿Por qué atropellaron mi dignidad? ¿Por qué tanto daño psicológico?, y se responde a sí­ misma: “por la ambición de conseguir dinero ilí­cito, a cambio del dolor ajeno”.

EL SECUESTRO Y LAS ESTRUCTURAS

A pesar de que el Código Penal refiere que el secuestro es un delito que puede ser sancionado con la pena de muerte, las estructuras criminales no tienen problema para cometer estos crí­menes.

De enero a octubre de este año se registraron 94 casos de secuestros. Según las estadí­sticas del Ministerio de Gobernación (Mingob), solicitadas a través de la Unidad de Acceso a la Información, los departamentos con mayor í­ndice delincuencial son Guatemala con 26 plagios, Escuintla con 10 y Chimaltenango con 9.

Investigaciones de la Unidad Antisecuestros de la Policí­a Nacional Civil (PNC), refieren que actualmente operan por lo menos ocho bandas de secuestradores, de las cuales seis están activas y las otras dos no son constantes, debido a que se integran y desintegran por la ausencia de un lí­der.

Las áreas de operación de esos grupos son Escuintla, Chiquimulilla, Taxisco, Nueva Concepción, Puerto de San José, Palí­n, Villa Nueva, Tecpán, Cuatro Caminos, Chimaltenango, Xela y San Marcos. Esas estructuras están integradas al menos por 12 personas, que  exigen rescates que van desde los Q500 mil hasta Q2 millones.

De acuerdo con la organización Madres Angustiadas, existen tres modalidades de secuestros.  El denominado secuestro exprés, cuyas ví­ctimas son escogidas al azar y va orientado en contra de mujeres que se movilizan en carros de modelo reciente y frecuentan centros comerciales. La retención de las personas es fácil, porque se estacionan en las calles, hacen compras o llevan a los niños al colegio.  Los delincuentes piden a la familia una cantidad de dinero que sea fácil de obtener a corto plazo.

El secuestro virtual se da cuando la persona está en algún lugar como el cine, en que no hay facilidad de contactarlo. Normalmente es efectuado por conocidos de la ví­ctima y está orientado a jóvenes. Los victimarios llaman a la familia de la persona y le notifican que tienen a su familiar, le dicen como está vestido para convencerlos de la veracidad de esto, exigen a muy corto plazo una cantidad de dinero que sea factible conseguir rápidamente. La familia paga y posteriormente se entera que el hecho delincuencial no se realizó.

Secuestro planificado por bandas. Está orientado hacia ví­ctimas que han sido previamente estudiadas, que poseen capacidad económica alta dentro de su entorno, es de más larga duración y la cantidad que se exige es mayor.

LA DENUNCIA

Donald González, portavoz de la PNC, dice que cuando se origina un hecho de este tipo, es importante efectuar la denuncia para actuar de forma oportuna y pronta. “Cuando hay denuncias y la denuncia es oportuna se puede empezar a trabajar, en estos casos trabaja no sólo la Policí­a, también el Ministerio Público (MP), en ese sentido cuando ocurriera un plagio de inmediato hay que informar a la autoridad, no dudarlo, hacer todo lo que recomienden los investigadores, ellos tienen conocimiento sobre cómo tratar  un caso de estos, asesorando a la familia”, afirma.

Según el funcionario, hasta el 15 de noviembre cuantifica la detención de 73 personas sindicadas por secuestro –en flagrancia-, además de la desarticulación de bandas peligrosas como Los Cascabeles y Los Pujujiles.

También se han evitado varios secuestros por parte de las Comisarí­as donde se conoce que existen í­ndices delincuenciales de este tipo: “Hay varios secuestros que la Policí­a ha evitado por los patrullajes que mantiene o gracias a la denuncia ciudadana, que informa cuando llevan a alguien”, dice.

RECOMENDACIONES


* La organización Madres Angustiadas recomienda las siguientes medidas:
* Variar las rutas y horarios de movilidad
* Verificar el entorno, detectar a personas o vehí­culos sospechosos.
* Cuando conduce, estar atento al espejo retrovisor para constatar si lo siguen; busque inmediatamente un lugar donde pueda protegerse.
* Si ha sido secuestrado un miembro de su familia denúncielo al Comando Antisecuestros de la PNC, a los teléfonos 110 y 120, también Madres Angustiadas puede apoyar actuando de intermediario entre los afectados y las autoridades. El teléfono de la organización es 2253-0452.
* La PNC también hace un llamado para la utilización adecuada de las redes sociales, pues este es un canal que actualmente utilizan los delincuentes para escoger una ví­ctima.

“Fue horrible esperar año y medio; una agoní­a, un dolor muy grande para toda la familia. Siempre tuve fe para esperarla, pero también le pedí­a a Dios que si no estaba viva me permitiera enterrarla y í‰l me dio esa satisfacción”.
Beverly Richardson
Sobre el secuestro y asesinato de su hija