Nuevamente las instalaciones del mercado La Terminal fueron pasto de las llamas esta madrugada, ocasionando pérdidas enormes e irreparables a miles de familias que dependen de lo que puedan vender en ese importante centro de comercio que antaño se fue convirtiendo de manera espontánea en centro de mayoreo. Las causas del siniestro están por determinarse, pero no se puede descartar que otro cortocircuito haya provocado el fuego, como ya ocurrió tantas veces en el pasado, lo cual es producto no sólo de deficientes instalaciones sino del desorden existente.
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Las escenas de esta mañana, cuando cientos de vendedores formaron filas humanas para llevar agua en cubetas y hasta guacales para sofocar el enorme incendio, demuestran la falta de previsión y de recursos para combatir siniestros que se repiten una y otra vez. La Municipalidad dirá, sin duda, que ellos ofrecieron a los vendedores su traslado a la Central de Mayoreo, pero hay que recordar que no fue un ofrecimiento sino que prácticamente se trató de una orden y eso evitó el diálogo que hubiera permitido dejar a La Terminal como un mercado minorista, reduciendo los riesgos de catástrofes como la de esta mañana.
El caso es que el daño está hecho y que los vendedores hoy en la madrugada perdieron su capital y su medio de vida. Para ellos no hay seguro contra incendio ni método de compensación para subsanar esas pérdidas causadas por la fatalidad y por lo tanto estamos frente a un verdadero drama que afecta a muchísimas personas trabajadoras que hacen del comercio en el mercado su medio de vida y sustento.
Son momentos en los que se impone la necesidad de que los guatemaltecos mostremos nuestra solidaridad con los que más necesidad tienen y los que más sufren. Reitero que se trata de un importante conjunto de gente esforzada que trabaja de sol a sol para mantenerse y mantener a sus familias y que ahora perdieron su capital y por muchos días no podrán volver a la actividad debido a la necesaria reconstrucción tras el siniestro.
Guatemala tiene muy poca preparación para hacer frente a los desastres de cualquier naturaleza y la capacidad de respuesta de las autoridades y los cuerpos de socorro es verdaderamente limitada, como se pudo comprobar esta mañana cuando bomberos e inquilinos clamaban por agua sin que la misma pudiera llegar rápida y eficientemente para combatir el fuego. Los ciudadanos prácticamente estamos librados a nuestra suerte porque no existen mecanismos de ágil respuesta y cuando ocurre un desastre de mayores dimensiones, generalmente la respuesta es lenta y poco efectiva.
Cada vez que ocurre algo así hay voces que claman por la adopción de medidas de prevención, por la habilitación de hidrantes en lugares estratégicos para asegurar suministros rápido de agua, pero nuestra idiosincrasia hace que en pocas horas, no digamos días, todo se olvide sin que se implemente ninguna acción para asegurar mejor capacidad de reacción.
Por ello no nos queda más que apelar a la solidaridad de los guatemaltecos para socorrer a los que en estas condiciones lo han perdido todo. Tal y como actuamos en 1976 para el terremoto, ahora debemos acudir en ayuda de los vendedores del mercado La Terminal y de sus familias.