El discurso es el mismo, la realidad es otra


No hay chapí­n que no esté harto de la clase polí­tica, sea del PIN, del PON o del PUN. Mientras están en campaña electoral los discursos son los mismos, asegurando que no van a decretar más impuestos, pero cuando alcanzan el poder, entonces sobran los argumentos para explicar la imperiosa necesidad de hacer lo contrario. A los chapines nos ha tocado escuchar de esa misma casta polí­tica sinnúmero de promesas que van, desde que el primer dí­a de su gobierno la administración va a ser eficiente; que reducirán la burocracia; que pondrán fin a los privilegios hasta que van a acabar con los derroches y pésimas ejecuciones presupuestarias. ¿Cuál es la realidad? A usted, señor contribuyente, no tengo mucho que decirle, pues no hay dí­a de Dios que no compruebe que sus aportes para el sostenimiento del Estado no van en busca del bien común, sino sirven para satisfacer únicamente intereses particulares o los del partido.

Francisco Cáceres Barrios

De esa cuenta, ¡otra vez! Nos toca escuchar del Ministro de Finanzas sus temores porque la crisis ha llegado a tal punto, que corre el peligro de no pagar el costo del funcionamiento del Estado y que si sigue esa situación, en breve no tendrá fondos para pagar a los proveedores. ¡Otra vez! El Presidente inoportunamente aprovecha cualquier situación para discurrir en que impulsará la modernidad, la reforma o el aumento fiscal, pues la carga tributaria en vez de haber subido, sigue para abajo ¿En dónde quedaron entonces las incontables veces en que se les ha advertido a los administradores de la cosa pública que la Virgen no estaba para tafetanes? Se les encargó que fueran cautos en el manejo de los fondos; se les suplicó que no siguieran derrochando miles de millones de quetzales en cosas superfluas, en pasajes, viáticos y gastos de representación, mucho menos, en auto recetarse enormes comilonas y pagos indebidos, como el de las indemnizaciones y se les imploró que detuvieran el contrabando, porque con esos miles de millones de quetzales esfumados, hasta se podrí­a sostener a otro gobierno en Guatemala.

¡Pamplinas! Esa ha sido la respuesta que la casta polí­tica le ha dado a su pueblo. En Guatemala, desde el gobierno central, el municipal y hasta la entidad autónoma o descentralizada cualquiera fuera su especie, poco les ha importado la crisis financiera por la que el mundo y nosotros hemos estado atravesando fuera para formular mesurados presupuestos, no digamos para seguir politiqueando en el afán de perpetuarse en el cargo, sentándose en su curul o agarrando férreamente la vara edilicia, pues siguen erróneamente pensando que los chances públicos son para servirse y no para servir a la comunidad a la que se deben. Y todo, porque el pueblo se pasa de baboso. Aguantador, sufrido, o indiferente le dicen algunos, pero para el efecto es la misma cosa.