El relajo que se trae la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT) es de campeonato. Primero, por el anuncio de contratación de una empresa argentina, Kolektor, la que tendría por tarea ayudar a incrementar el pago de impuestos en Guatemala. Luego, por renunciar al proyecto en el que el país desembolsaría unos Q274 millones, por la lluvia de críticas que recibió su directorio. Finalmente, por la molestia del presidente Otto Pérez Molina al no avalar la cancelación del concurso.
O sea, iniciamos la semana en la incertidumbre total. Solo con la seguridad de que el Presidente busca destituir a miembros del directorio en pleno por no someterse a sus deseos y, ya se sabe, cuando un General emana sus órdenes, lo que corresponde es obedecer y punto. Así, estamos una vez más en crisis.
Un problemucho de poca monta, si consideramos que la mayor parte de la población está conectada al Mundial de Futbol y no hay poder del mundo que lo separe de la droga soporífera que los aliena de una forma sobrehumana. Pero no despeguemos la vista los despiertos porque está en cocción un nuevo proyecto que huele a podredumbre y corrupción.
Fétido el proyecto al menos por dos razones. En primer lugar, porque constituye la capitulación de una institución creada fundamentalmente para cobrar y aumentar los impuestos. O sea, contratar a Kolektor es ceder la función de la SAT a una empresa privada. Es decirle a la población: «Dado que no he podido hacerlo, soy incapaz, es imposible realizarlo, saco a licitación la tarea para que sean otros los que lo hagan».
Dado que lo anterior es increíble creerlo, no queda otra que sospechar en nuevas actividades de saqueo público. Un proyecto que dejará algunos millones de quetzales en bolsas ajenas (no donde deberían quedar) y que drenarán más los exiguos ingresos del erario nacional. Existe, además, la duda sobre si no se urde un plan para escamotear impuestos.
No es como ha dicho el Presidente que no deseemos contribuir al bienestar del país. Si nos oponemos al proyecto es porque no tiene cabeza ni cola. Es porque en el tema de impuestos es necesaria la prudencia y los planes trasparentes, pero esos valores no brillan precisamente ahora. Hay demasiada sospecha en sus protagonistas que obliga a la fiscalización y a la crítica rigurosa.
Mientras le pedimos al Presidente que modere sus deseos y no se comporte como faraón, rabiando porque no se cumplen sus deseos e imponiendo su voluntad «urbi et orbi», le aconsejamos al directorio de la SAT, si aún tiene ánimo en la idea, que delegue esa iniciativa en buenos guatemaltecos que lo sabrán hacer mejor que esa empresa argentina de dudosa procedencia. Estoy seguro que hay profesionales competentes entre nosotros. En todo caso, démosle una oportunidad.