El dinero plástico


A nivel mundial, al igual que a nivel nacional, la utilización del dinero plástico o tarjetas de crédito se ha convertido en una rutina que se usa segundo a segundo. Sin embargo, aprovechándose de la tentación y facilidad que implican las mismas, en la clase media, el esposo, la esposa y los hijos, todos tienen una o varias tarjetas que les permiten comprar y aparentemente pagar bienes y servicios de los cuales varios de ellos no comprarí­an si tuvieran que hacerlo al contado.

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

Los bancos y las empresas emisoras de tarjetas estimulan su uso y una misma empresa puede asociarse con supermercados, hospitales y demás para emitir «su tarjeta» con el sí­mbolo de la compañí­a manejadora del servicio y el del patrocinador, supermercado o similar.

Lamentablemente esta facilidad que se convirtió en parte en un vicio de compra y crédito ha sido abusado y aquel usuario que no paga lo que compró mensualmente o que por cualquier motivo utiliza el crédito más allá del mes, queda atrapado en las grandes telarañas de los sistemas financieros y crediticios que sin ningún problema le cobran intereses tres, cuatro o cinco veces mayores que los de un préstamo bancario.

Todo ello hace que la clase media se vea en una grave situación, porque el principal, su esposa o sus hijos, se les fue la mano y cayeron en ese amplio espacio que quienes defienden la libertad de empresa y la no existencia de normas claras de protección al consumidor crearon.

No hay duda que el negocio ha sido sumamente lucrativo y que también ha causado más de un disgusto familiar, ya sea por el uso descuidado de la tarjeta de crédito, por parte de alguno de los miembros de la familia o peor aún porque alguien avaló a otro y ese tercero incumplió con sus pagos a tiempo, con los intereses y está en problemas, razón por la cual el avalista entró sin saberlo, sin pensarlo, en un conflicto crediticio al haber otorgado su anuencia para ser fiador.

Las condiciones del dinero plástico llegaron al lí­mite y hoy en los paí­ses desarrollados y pronto en todas las naciones se hace necesario que existan leyes, normas, reglamentos claros y concretos para que tanto el emisor como el usuario tengan las disposiciones perfectamente determinadas y no existan esos abusos y problemas que implica el dejar hacer, el dejar pasar, porque el mercado se autorregula.

En Guatemala serí­a bueno que las comisiones de Economí­a, de Protección al Consumidor y diputados de diferentes bancadas, demostraran que piensan en la justicia, en la aplicación de la ecuanimidad y que, igual que lo hacen los árbitros de la FIFA, pitaran, normaran, promulgaran y el Ejecutivo sancionara leyes que eviten los abusos, el cobro exagerado e injustificado de intereses en las tarjetas de crédito; le dieran al consumidor la protección que legí­timamente le corresponde y que el Estado, en especial sus representantes, deben crear y otorgar para que todo el mundo esté jugando dentro de una cancha, aunque por supuesto no es un juego sino una realidad en la que el legislador debe prever y evitar el abuso hacia el consumidor.

El tiempo dirá cuántos de los 158 diputados hacen un esfuerzo, norman y regulan este mercado, demostrando que se preocupan de la clase media, así­ como de evitar las extralimitaciones y los abusos que se han producido con el dinero plástico.