Es bien sabido que en Castellano se usa mucho el diminutivo, que posee una gran expresividad. Se supone que el diminutivo es un vocablo que disminuye el significado de otro del cual deriva: cosita es menos que cosa; perrito es menos que perro; ojitos es menos que ojos.
Lo curioso es que, en algunos casos, el diminutivo no disminuye el significado de la palabra primitiva, sino que más bien lo aumenta. En efecto, si decimos «Está clarito», damos a entender que está más claro, y no menos claro. Y apuradito es más que apurado, y tempranito más que temprano.
Hasta puede darse una gradación en cuanto a la dimensión de lo que se expresa, de modo que a más diminutivo, mayor grado de significación. Obsérvese, por ejemplo, la diferencia entre los adverbios cerca, cerquita y cerquitica. O entre ahora, ahorita y ahoritica. O entre chico, chiquito, chiquitico y chirriquitico.
Esta no es sino una ínfima muestra de algo que es muy común en nuestro idioma. Ahora bien, no se crea que todo eso es meramente caprichoso o arbitrario. Son curiosidades lingí¼ísticas, por llamarlas de algún modo, pero todas tienen una explicación, en muchos casos demasiado técnicos y complejos para quienes son ajenos a las ciencias del lenguaje.
Y en todo caso, tales fenómenos deben atribuirse al extraordinario dinamismo y vivacidad del Castellano, uno de los idiomas modernos más flexibles, versátiles y vigorosos que existen hoy día. Lo cual lo hace también uno de los más difíciles de aprender, tanto para las personas de lengua materna extranjera, como para los propios hispanohablantes.
Fragmento del artículo «Algunas curiosidades del idioma castellano» de Alexis Márquez.