El dilema de elegir magistrados para el TSE


Para la elección del nuevo TSE contarán factores como el papel que jugaron en la reciente campaña, lo que aportaron, su historia polí­tica, sus inclinaciones y sus afectos polí­ticos.

Julio Donis

No soy pesimista. Percibir el mal allí­ donde existe, es en mi opinión una forma de optimismo. (Roberto Rosellini)


Empiezo con una idea sugerente que propuse varias entregas atrás. Es previsible que estemos al inicio de una nueva etapa en el desarrollo del sistema electoral, en una especie de punto de inflexión a partir de la implementación de reformas al marco normativo. Tres cambios relevantes dan pauta a dicha inflexión: la descentralización del voto, el aumento del financiamiento público a los partidos y la creación del Renap.

Si el proceso de perfeccionamiento del sistema electoral sigue su curso, los retos serán mayores y para tal efecto se necesitará repensar el perfil del cuerpo colegiado que sepa visionar e implementar aquellos cambios. No se trata entonces solamente de la elección del siguiente grupo de magistrados para el Tribunal Supremo Electoral sino de acuñar las bases para los siguientes y los siguientes.

Nuevas demandas y requerimientos de una sociedad que se diversifica, exigirán asimismo de nuevos liderazgos. En este sentido a lo mejor el nuevo rumbo lleve a replantearse la diferenciación del perfil de los magistrados, integrar el cuerpo colegiado no solo con profesionales de las ciencias jurí­dicas, sino de las ciencias polí­ticas y sociológicas, y quizá hasta de la ingenierí­a, atendiendo a distintas funciones del órgano electoral. Y dos, la separación de funciones, un tribunal para impartir justicia electoral (como la Corte Suprema de Justicia) y la creación de un órgano para administrar las elecciones.

Al margen de este marco de ilusiones y sugerencias, a los diputados del Congreso les toca la tarea de pensar bien y elegir mejor a un nuevo equipo de magistrados para que asuman la responsabilidad del Tribunal Supremo Electoral. Desde la semana pasada se empezaron a conocer nombres de posibles candidatos, unos parecen estar más seguros que otros, hay nombres que ni siquiera se mencionan, se conoce de la intención de nombres de mujeres, hay nombres nuevos y hombres conocidos.

El objetivo de esta ocasión es discutir sobre los factores que entran a jugar en la dinámica de la acción polí­tica de quienes decidirán en unos dí­as, un nuevo cuerpo colegiado. ¿Cuáles son las variables que entran a jugar en el llamado cabildeo polí­tico? ¿Las bancadas actuarán unidas o habrá candidatos que confronten la lí­nea polí­tica de los bloques? ¿Hay candidatos que responden a determinados partidos o están completamente al margen de esto?

Lo que en realidad cuenta

Es naib quien piense que los cuarenta serán analizados por sus hojas de vida; contará para la decisión factores como el papel que jugaron en la reciente campaña, lo que aportaron, su historia polí­tica, sus inclinaciones y sus afectos polí­ticos.

Todo eso estarí­a bien si el juego polí­tico fuera abierto, si las intenciones fueran claras y sostenidas por argumentos de peso para promover a uno u otro candidato, es más, hasta valdrí­a la pena analizar el modelo nicaragí¼ense en el cual los magistrados responden abiertamente a uno u otro partido de manera abierta. El ejercicio del cabildeo es válido en la medida en que la lógica polí­tica sea abierta, de tal cuenta que cada partido y cada candidato podrí­an promover su propia candidatura sin temor ni vergí¼enza, o como lo hacen instancias de la sociedad civil, proponiendo nombres que claramente llevan posiciones.

Lo que digo es que en la dimensión de la polí­tica guatemalteca no hay ni una sola virgen y ni un solo santo, entonces ¿por qué no jugar claramente? Por qué no manifestar que se promueve a tal o a cual porque es el más idóneo, incluso escuchar el disenso en una discusión abierta. Es obvio que hay cosas en juego que van desde la distribución de las Juntas Electorales, hasta el dilema que tendrá el nuevo TSE ante la posibilidad de que la diputada Zury Rí­os se lance de candidata, en el marco de la prohibición constitucional expresa en el artí­culo 186 incisos a) y c).

Si bien la elección de los magistrados es prerrogativa de los diputados, quienes votarán por mayorí­a calificada, en un mecanismo de voto secreto por una planilla única, también hay opiniones externas al parlamento que deben ser escuchadas. ¿Hasta donde son tomadas en cuenta dichas valoraciones? ¿Sirve de algo manifestarse por el perfil de un magistrado en lí­nea de lo que acotaba al principio o todo lo que se dice resultan palabras al aire en un esfuerzo estéril? ¿Hasta dónde se escuchan mutuamente instancias del Estado y representantes de la sociedad civil, para este y para muchos otros temas?

Lo que yo creo firmemente es que en escenarios como el guatemalteco, en palabras de Luis Mack, se institucionaliza la incertidumbre porque se instaura la polí­tica de los acuerdos coyunturales.