El dí­a en que el mundo cambió


El monumento al

Mientras admiran las fichas de dominó gigantes que, como el Muro de Berlí­n hace 20 años, se vendrán abajo durante una «Fiesta de la Libertad» en la Puerta de Brandenburgo, los alemanes compartí­an hoy sus sueños y decepciones recordando aquel 9 de noviembre de 1989.


Como la canciller Angela Merkel, que debí­a participar en un oficio solemne en la Iglesia Getsemani, que fue un sí­mbolo en la lucha contra el régimen comunista en el oriental distrito de Prenzlauer Berg, otros alemanes comunes y corrientes desafiaban el frí­o y el húmedo dí­a para recordar aquella histórica noche.

Una mujer recordaba la alegrí­a de poder reunirse con su familia después de años de amarga separación a cada lado de la Cortina de Hierro que dividió a Alemania y a Europa durante 28 años.

«Me escapé hacia el oeste a través del Checkpoint Charlie, escondida en un auto, hace 35 años», relata a la AFP Thekla Koehler, de 59 años, mientras examina los coloreados dominós de poliestireno instalados en el lugar donde estaba antes la odiada barrera.

«Huí­ por amor. Habí­a conocido a mi futuro marido, que viví­a en Berlí­n oeste, cuando él habí­a ido a visitar a su familia en Dessau (RDA). Nos enamoramos y me dediqué sola a preparar mi fuga».

Durante 15 años, los únicos contactos con sus padres y sus hermanos se limitaron a «algunas cartas», hasta el dí­a en que cayó el Muro.

Kristel Ucar, de 61 años, educadora jubilada, recuerda que el 9 de noviembre se precipitó delante del Muro, frente al Reichtag, con su hija, una amiga y las hijas de ésta.

Ellas «debí­an tener unos diez años (…) La gente las levantó para que pudieran pasar el muro, y luego las seguimos».

Ella habí­a huido cuando tení­a seis años, antes de la construcción del Muro, desde su casa en Alta Sajonia junto a sus padres en tren hasta Baviera.

Reconociendo sus simpatí­as de izquierda, admite su decepción porque la RDA no consiguió crear «un socialismo humanizado».

«Se habí­a convertido en una dictadura, porque el socialismo no vení­a de la base, sino impuesto por sus dirigentes. Al final, la caí­da del Muro fue un alivio para nosotros, y un momento de gran alegrí­a», agregó.

Karl-Heinz Buchholz, que ahora tiene 63, era una de las 30.000 personas que ese dí­a manifestaron por la libertad en Berlí­n oriental, a pesar de haber pasado un año en prisión cuando era joven.

«Cuando volvimos a casa escuchamos en la radio que el Muro habí­a caí­do», se recuerda este trabajador social jubilado.

Privado de su carnet de identidad y del derecho a viajar después de su detención por la Stasi cuando tení­a 19 años, Buchholz se apresuró en descubrir Occidente.

Buchholz no comprende a aquellos que echan de menos el antiguo régimen, un fenómeno llamado «Estalgia», contracción de las palabras «este» y «nostalgia».

Sin embargo, según sondeo publicados esta semana, 11% de los alemanes consideran que la reunificación alemana, realizada en 1990 fue una decisión errada.

Thekla Kí¶hler explica que muchos ex alemanes orientales están decepcionados por la diferencia económica entre las dos partes del paí­s, con un desempleo dos veces más elevado en la ex RDA.»

DESCRIPCIí“N La caí­da


El Muro de Berlí­n cayó el 9 de noviembre de 1989 a causa de un anuncio, en parte improvisado, de un funcionario estealemán, Guenter Schabowski, que creyó que de esa manera podrí­a salvar al régimen comunista de la República Democrática Alemana (RDA).

Eran la siete de la tarde del 9 de noviembre de 1989, cuando Schabowski, vocero del comité central del Partido Comunista estealemán (SED), anunció ante la prensa que se iban a otorgar visas «sin condiciones» para viajar o emigrar al extranjero.

«Â¿Cuándo»?, preguntó un periodista italiano.

«Por lo que sé… a partir de ahora», respondió Schabowski, luego de dudar un momento y al parecer improvisando, frente a los canales de televisión que transmití­an sus declaraciones en directo.

Los corresponsales de prensa se precipitaron hacia los teléfonos para anunciar: «Cayó el Muro», mientras que los berlineses del este abandonaban sus hogares para dirigirse a los puestos fronterizos, cuyos guardias desbordados terminaron por levantar las barreras.

«El 9 de noviembre podrí­a haber terminado en un baño de sangre. Tuvimos mucha suerte», dijo Schabowski, que hoy tiene 80 años y recuerda que en aquel entonces era un comunista comprometido.

«No era un héroe que estaba abriendo la frontera, en realidad actuaba para tratar de salvar a la RDA. La apertura del muro no era humanitaria, sino una decisión táctica adoptada bajo la presión popular», recordó Schabowski.

«La existencia de la RDA estaba en juego. Entre 300 y 500 personas huí­an por dí­a hacia el extranjero. Tení­amos que hacer algo para recuperar la popularidad», recordó.

El decreto fue aprobado por el gobierno en la mañana del 9 de noviembre, Schabowski se lo puso en el bolsillo y se fue a preparar la conferencia de prensa con la consigna de «anunciarlo lo más tarde posible para evitar preguntas», recordó.

Schabowski fue expulsado del partido a principios de 1990 por su papel en la caí­da del muro.

En 1997 fue condenado por complicidad en la muerte por bala de ciudadanos estealemanes que intentaban pasar la frontera.

Schabowski, indultado en el año 2000, es uno de los poco altos dirigentes comunistas de la RDA en haberse distanciado del régimen y en haber admitido su responsabilidad moral.