El Dí­a del Trabajo


El 1 de mayo debemos recordarlo no sólo como el sacrificio de un grupo de trabajadores organizados que sufrieron la violencia y la reacción de personas radicales que no respetaron «sus derechos», también debemos conmemorarlo como la fecha en la que mujeres y hombres celebramos una actividad tan importante como es «el trabajo».

Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com

En el mundo, los ciudadanos tienen la obligación moral y material de contribuir al desarrollo de la sociedad, a la subsistencia y progreso de sus familias. A esas productivas personas que honradamente, con sacrificio y esfuerzo contribuyen grano a grano al desarrollo del mundo, debemos de respetarlas y reconocerlas sin discriminación por su actividad productiva.

 

Cuántos en el mundo podrán decir que cuentan con un trabajo, con la tranquilidad de saber que continuarán su evolución y desarrollo dentro de la misma actividad y dentro de la misma empresa; no tantos como el año pasado, ni como el año anterior al pasado. El mundo sin excepción ha entrado en una crisis, cuya última manifestación es la pérdida de millones de millones de empleos, no importa que el paí­s sea el más poderoso o más pequeño del mundo.

 

Con certeza sabemos que en todos los paí­ses se han perdido puestos de trabajo y que las perspectivas inmediatas no son de una recuperación cercana. Es por ello que cobra una enorme importancia la existencia de un seguro de desempleo, una prestación que garantice el ingreso mí­nimo dentro de los programas obligatorios de seguridad social. Estados Unidos, Europa y demás paí­ses desarrollados tienen ese seguro y algunos gobiernos que tienen la fortuna de contar con ingresos derivados de sus recursos petroleros, mineros o de infraestructura como el canal de Panamá, pueden crear, como lo ha hecho recientemente Chile, un ingreso a favor de todos los ciudadanos que les garantice recursos suficientes para comer.

 

De la misma manera que existen estos programas sociales, también existen tendencias económicas en paí­ses como el nuestro donde se quiere suprimir el salario mí­nimo, se quiere reducir la jornada de trabajo, donde una cúpula económica, de forma inconsciente no le importa el no pagar los impuestos directos que sí­ pagan en Estados Unidos, España o Europa, impuestos que conforme a sus ingresos sí­ pagan sin objeción alguna en las inversiones que tienen en los paí­ses desarrollados.

 

Qué positivo serí­a que en lugar de sacar desplegados de prensa felicitando a los trabajadores guatemaltecos, hecho que no tiene ninguna trascendencia, el Gobierno de la República y el Organismo Legislativo actualizaran la bonificación salarial y así­ obligar a contribuir, a compensar el aumento de costo de vida, la pérdida del poder adquisitivo del quetzal que se refleja en los salarios más que en cualquier otro aspecto. Esta medida repercutirí­a de forma beneficiosa en el poder adquisitivo de la mayorí­a de los guatemaltecos, estimularí­a el consumo, combatirí­a la pobreza, la extrema pobreza o miseria y evidenciará humanidad y conciencia.

 

Polí­ticamente urge esta decisión que inexplicablemente ha sido postergada, la cual darí­a la capacidad de pescar algo a todos los trabajadores y tendrí­a la ventaja que no se les estarí­a regalando un pescado sino actualizando la bonificación salarial.