El próximo domingo 30 de noviembre se celebrará en Guatemala el Día del Periodista. Es una fecha instituida hace muchos años como homenaje al aparecimiento del primer periódico que circuló en nuestro país en los tiempos de la colonia con el nombre de La Gazeta de Guatemala. Es un símbolo para los periodistas que nos hace recordar que tenemos el compromiso de mantener en alto la lucha por el respeto de uno de los derechos humanos de mayor impacto como es el de la libre emisión del pensamiento.
Al saludar a todos los colegas de prensa, consideramos oportuno hacer una evocación del pensamiento del prócer de la libertad de Cuba, José Martí, en el sentido de utilizar la palabra para decir la verdad y no para ocultarla.
La víspera de la celebración es propicia para hacer algunas reflexiones sobre la situación de la libertad de expresión y el papel que actualmente estamos cumpliendo los periodistas en un contexto lleno de muchas adversidades, especialmente por la hegemonía de un puñado de influyentes empresarios, que ha tomado el control de los principales medios de comunicación como parte de un plan para secuestrar el poder del Estado.
Es indudable que la libertad de prensa como parte de la libertad de emisión del pensamiento tiene un rol determinante en la formación de la opinión individual y de la opinión pública en su conjunto. Pero en países como Guatemala la libertad de prensa está condicionada por las relaciones de propiedad.
A través de los medios, los miembros de la clase dominante concentran aún más poder, ya sea porque son los propietarios de los mismos o porque imponen condiciones a través de los contratos de publicidad. Esta alianza otorga a esos empresarios una gran capacidad de formar opinión, determinar temas de agenda e incidir sobre la imagen pública de los funcionarios públicos, líderes sindicales, dirigentes de grupos sociales, partidos políticos y otros sectores. Sutilmente utilizan la libertad de expresión del pensamiento para defender la libertad de empresa y el lucro exagerado.
Una de las consecuencias de este fenómeno es que se han establecido verdaderos monopolios informativos. Con pocas excepciones como el diario LA HORA, son esos negociantes de las noticias, los que imponen el contenido de los medios, lo cual deja muy mal parada la libertad de expresión del pensamiento.
La voracidad de tales empresarios llega a tal extremo que no cumplen con el Decreto 47-72 del Congreso de la República que establece el 30 de noviembre como día de asueto con goce de salario para los periodistas. El Ministerio de Trabajo está obligado a velar por el cumplimiento de esa ley, pero nunca lo hace.