El Día de la Tierra fue despreciado o ignorado


Eduardo_Villatoro

Con justificada razón y disimulado enfado, el lector Armando Peña me recriminó por qué no dediqué un artículo a la celebración del Día de la Tierra, conmemorado el pasado 22 de abril, y en son de reproche se pregunta retóricamente ¿Es que acaso somos hijos desagradecidos?, en vista de que la tratamos tan mal, cortamos los árboles, contaminamos los ríos cristalinos, corrompemos el aire que respiramos.

Eduardo Villatoro


Por su parte, mi joven amigo Elder Exvedi Morales Mérida, maestro, poeta y ambientalista solitario, quien después de haber estudiado la secundaria en la capital retornó a su tierra natal, Santa Ana Huista, Huehuetenango, donde se ha dedicado a fomentar el cuidado del ambiente y a educar a sus alumnos mediante métodos muy ingeniosos de su creación para estimularlos en el hábito de la lectura, me envió un mensaje referente a esa efemérides, trayendo a cuenta que en un no muy lejano pasado los bosques ocupaban hasta el 90% de la superficie terrestre, y en la actualidad apenas cubren entre el 25% y el 35 ese espacio, como consecuencia de costumbres nocivas a la naturaleza de parte de los seres humanos, incluyendo la inmoderada deforestación.

En lo que atañe a Guatemala, durante los últimos 50 años se han perdido dos terceras partes de los bosques y con ellos se ha deteriorado gravemente la biodiversidad, de manera que si en 1970,v.gr., había cien árboles por cada guatemalteco, en 2005 se redujo a 25 por persona, a la vez que de los más de 27 mil kilómetros lineales de fuentes de agua, el 90% está contaminada.

No hace falta ser un experto en materia ambientalista para percatarse de la excesiva tala de árboles en Guatemala, porque la destrucción salta a la vista, de suerte que un capitalino que viaja al interior del país puede observar a simple vista la forma como “se han pelado” las laderas de las montañas, y mira con desdén la suciedad de las corrientes de agua, cuando otrora los ríos se encontraban límpidos y caudalosos.

En todo el mundo, alrededor de 13 millones de hectáreas de bosques son destruidas por año, lo que equivale a 36 canchas de fútbol por minuto, y como consecuencia de este cruel fenómeno el planeta ha perdido más de la mitad de bosques y selvas, disminuyendo proporcionalmente la cantidad de agua dulce disponible para consumo humano, y por ende 884 millones de personas siguen viviendo sin acceso al vital líquido, causando la muerte de 4,500 niños por día en países subdesarrollados, como Guatemala.

Por supuesto que abundan las cifras relativas a los devastadores efectos del cambio climático, pero en nuestro entorno nacional, funcionarios del gobierno central y de las municipalidades, diputados, agroindustriales y los habitantes en general permanecen impávidos, como si no se tratara del futuro de nuestra descendencia.

Para citar pocos ejemplos, las aguas servidas van a desboscar en los ríos, que antes eran remansos para la recreación de las familias urbanas y rurales de la llamada “provincia”, especialmente para niños y jóvenes que nadaban en diáfanas pozas; que se han convertido en riachuelos pestilentes a causa de la voracidad de unos pocos, la negligencia de autoridades y la ausencia de respeto a la naturaleza; mientras que en cualquier carretera se vierten deshechos, acumulándose toneladas de basura, a lo que se suma que el Gobierno autoriza operaciones de exploración y explotación a industrias extractivas, en contra de la opinión mayoritaria de las comunidades afectadas.

Como para que el Día de la Tierra no pasara desapercibido.

(El ecologista Romualdo Tishudo cuenta que la frívola y veterana actriz norteamericana Pamela Anderson advirtió: -No es la contaminación lo que está dañando nuestro ambiente; las culpables son las impurezas en el aire y en las aguas).