En las recientes semanas, ciudadanos de varios países del mundo han salido a las calles a manifestar por su descontento e inconformidad. En Guatemala la población no se preocupa tanto por problemas de gran envergadura, porque lo esencial es subsistir.
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En España explotó la crisis que resultó ser más humana que financiera, y los ciudadanos se han manifestado contra los desahucios, los recortes en la educación, la salud, el desempleo y el aumento de los despidos.
Mientras, en Brasil el alza en el transporte, la corrupción y el gasto en eventos futbolísticos hicieron que más de un millón de personas salieran a manifestar a las calles, para pedir más inversión social y gasto público transparente.
Aún más organizados, millones de opositores al presidente islamista de Egipto salieron a las calles de El Cairo y de otras partes del país en un intenso esfuerzo para echar a Mohamed Morsi del puesto un año después de que lo asumió.
Por otro lado, en Guatemala, aunque a algunos les parezca que hay suficientes motivos para manifestar, la población no siente la necesidad de manifestar su inconformidad y más se ocupa de evitar que les asalten o enfrentar el alto costo de vida con paciencia.
Uno de los pocos movimientos registrados históricamente con masiva participación en Guatemala fue la Revolución de Octubre de 1944, cuando tanto los sectores estudiantil, magisterial y político, salieron a las calles a mostrar su descontento hacia el entonces presidente, el general Jorge Ubico, e intentaron cambiar la dictadura imperante.
En el caso de Brasil, es un Gobierno con una tradición progresista, aunque eso no impidió que más de un millón de personas, de los sectores proletarios de ese país, abrieran un nuevo debate sobre el poder de la protesta social. Caso contrario, en Guatemala se ha respondido históricamente a la protesta social con más represión y control social y con provocar mayor división, lo que genera un panorama de inestabilidad para todos los sectores.
LAS CONDICIONES
La académica y activista Úrsula Roldán, del Movimiento Social Agrario, opina que en Guatemala, dadas las condiciones actuales, existen muchas diferencias, pero la más importante es que en las áreas rurales –interior del país–, donde se muestra inconformidad con las diferentes protestas de los pueblos indígenas ante la inclusión de inversiones extranjeras en sus comunidades, puesto que las mismas consultas comunitarias son una muestra de que la población rural está trasladando su inconformidad manifiesta con este tipo de proyectos.
Sin embargo, expone, que la respuesta del Estado es enviar a las fuerzas públicas y la implementación de Estados de Sitio.
“Donde no se ve una movilización importante y trascendente, es en la Capital. Por un lado puede ser el mismo temor que se muestra cuando el Estado toma mecanismos de represión contra las movilizaciones. Por otro lado puede ser cierta conformidad, a los estatus de la clase media. Además, existe una desinformación muy fuerte que generan algunos medios de comunicación por una fuerte presión del Estado, para generar represión. Entonces, eso tampoco contribuye a que la población esté bien informada o que tome mayor conciencia”, afirma Roldán.
Según la activista, otro elemento limitante son los discursos que se adoptan en la sociedad. Menciona que aunque hay excepciones, algunos medios de comunicación televisivos y escritos imponen cierta presión sobre qué tipo de información es la que se quiere que la población asuma. “No existe un periodismo investigativo que ponga los problemas con sus diferentes matices, sino se pone únicamente en la dirección en la que se favorece al Gobierno de turno de acuerdo a su simpatía; o a beneficiar élites económicas y políticas en el país”.
Y otro factor importante que destaca la académica es que efectivamente existe desconfianza entre la propia sociedad civil, porque se tiene la idea que en Guatemala se moviliza solo la izquierda o los comunistas, como se ha dicho en los últimos días, lo cual crea parálisis, temor, división y desconfianza en la propia sociedad, sobre todo en la ciudad capital.
“La ruralidad nos está enseñando que la población si se puede manifestar en contra de lo que se está haciendo. Existe una conciencia más colectiva que en las áreas urbanas. Y una conciencia más del tipo de país que necesitamos construir,”, subraya.
Por su parte, el sociólogo Luis Mack coincide con Roldán, pues explica que los problemas del campo y los de la ciudad se miran muy alejados. “Por ejemplo, cuando sucedió el terremoto en San Marcos, la mayoría de la ciudad Capital no se sintió aludida porque no le impactó; igualmente cuando surgió el conflicto en Alaska, Totonicapán, el año pasado. Son realidades que no motivan a los capitalinos, y viceversa”, dice.
Para el analista, lo que hace también la diferencia es el nivel educativo, porque en los últimos años, Brasil ha tenido una mejora en todos los indicadores sociales, incluyendo el tema educativo. Mack considera que una población que tiene una mejor educación es más propensa a exigir más sus derechos.
Otro factor que el investigador detecta es que la población guatemalteca está acostumbrada a tantas malas noticias que en la práctica, para la mayoría su preocupación principal son sus propios problemas cotidianos. “No ha habido todavía un gran evento que realmente convoque a los demás, como es en el caso de Brasil, donde hay muchos problemas pero hay ciertos detonantes como los excesivos gastos en la reciente Copa Confederaciones; elementos que hacen que la gente se vaya uniendo a una sola causa”, afirma Mack.
PROBLEMA DE REPRESENTACIÓN
No hay que dejar de lado la debilidad del Estado y de las instituciones que lo conforman, pues no canalizan las necesidades y demandas de sectores de la sociedad civil. “Hay un problema de representación; que quienes toman las decisiones a nivel político atienden ciertos intereses particulares y de ciertos sectores económicos pero no atienden a las grandes mayorías. Esto cada vez más está generando una polarización; hay una conflictividad social. Esto es crítico porque puede generar niveles de ingobernabilidad, ante la falta de representación y búsqueda de solución de conflictos”, enuncia Geidy de Mata, directora de la Escuela de Ciencia Política (ECP) de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Según De Mata, no existen las condiciones que permitan fortalecer el sistema democrático, pues el principal problema es que la población ya no cree en política por lo cual se ve complicada la creación de un modelo ideal de democracia participativa. La población es apática.
La directora de la ECP agrega: “El Estado es legal, pero le falta la legitimidad y la credibilidad. Y es ahí cuando la sociedad no respeta ni acata a sus gobernantes o no respeta las leyes, y caemos en una anarquía donde cualquiera hace lo que quiere. No hay un orden preestablecido, y eso sí puede generar una crisis a nivel institucional”.
Finalmente, el coordinador del Sistema Nacional de Diálogo Permanente, Miguel Ángel Balcárcel, opina que la protesta social es diversa, porque está caracterizada por una serie de cosas que van desde el problema del transporte, suministro de agua, problemas agrarios, problemas que tienen que ver con minería; es amplio el universo.
Sin duda alguna, afirma, esto demuestra una cultura de cómo se resuelven los problemas en la sociedad guatemalteca y lo que es indicativo de todo esto, no importa de dónde o por qué sea o quién tenga razón; es que la sociedad guatemalteca tiene una cultura de resolver las cosas por la vía de las protestas, lo cual no quiere decir que no sea legítima esa protesta.
Para Balcárcel, las personas protestan porque la solución a sus problemas fundamentales o sus necesidades no la encuentran en la institucionalidad; o si la encuentran es por una respuesta muy poco oportuna, o que lleva muchísimo tiempo.
“Y se ven obligados a movilizarse, a tomar las calles, que sea atendida su voz y se escuchen sus principales demandas. La demanda como tal pertenece a los problemas algunas veces inclusive, individuales. Pero tiene que ver más con el sentido de comunidad, y por eso es una demanda absolutamente dispersa. En otras sociedades más desarrolladas políticamente, y no estoy hablando de lo partidario, sino los movimientos sociales son capaces de expresar demandas colectivas mucho más globales de carácter nacional”.
Balcárcel expone que la respuesta gubernamental es una eventual manifestación masiva que dependerá de las circunstancias particulares y de la naturaleza de las demandas mismas.
“Es diferente una marcha pacífica que tenga su permiso correspondiente, a una marcha que vaya quebrando todas las vitrinas, pegándole fuego a los autobuses o a los carros”, indica.
Según Luis Mack, al registrase un evento con mucha participación, lo que se generaría es un mayor compromiso de las autoridades políticas, aunque en el mediano plazo supone que podría representar un quiebre institucional; dependiendo cómo lo manejen las autoridades, caso contrario podría representar prosperidad.
“Esto es lo que algunos temen. Si se dan condiciones para un estallido social, que las autoridades no lo sepan manejar adecuadamente, como en ocasiones anteriores. Si se diera así, podría representar un problema institucional muy grave que podría traer más consecuencias”, sostiene el investigador.
Mack agrega: “Este es el problema con los movimientos sociales de este tipo: que hasta cierto punto son impredecibles. Son difíciles de pronosticar. Guatemala tiene más condiciones que Brasil para tener expresiones sociales que no ha tenido en mucho tiempo. Eso no quiere decir que no se pueda dar; está latente… El problema de Guatemala es que en los últimos años ha habido tantos temas y sobresaltos, que la capacidad de asombro ya se perdió. La misma gente se acostumbra a lo malo”.
Por aparte, Úrsula Roldán, estima que las consecuencias dependen mucho de la respuesta gubernamental y de las élites de poder, porque si bien saben interpretar una movilización fuerte y una cohesión de fuerza social, demandando cuestiones que son legítimas y que responden a una realidad, los esfuerzos se podrían canalizar en esas protestas y demandas y convertirlas en la posibilidad de un nuevo pacto político en el país.
Sobre lo que haría falta para que se dé el escenario para una participación que incluya a todos los sectores sociales para un fin común, Luis Mack indica que lo primero es lograr que las personas demanden sus propios objetivos, porque aclara que sí han existido pequeños “estallidos” a lo largo de la historia del país, pero nunca trascienden hacia el ámbito nacional, porque hace falta una causa que realmente sea común.
En cambio, para la activista Roldán el camino a seguir es el de la búsqueda de liderazgos. Admite que aunque hay líderes sociales que han transmitido demandas sentidas en la población, estas se pronuncian sin poder generar aún los puentes con las demandas de los otros.
“También es importante abrirse a la urbanidad, donde hay una población que está paralizada. Por eso a veces no se logra que el discurso de los líderes sociales llegue de manera concreta y que genere mayores alianzas con la población que no se moviliza”, asevera.
Para Miguel Ángel Balcárcel, la posibilidad de una reacción popular siempre existe, pero lo que no está claro es dónde están ese tipo de liderazgos, pues aduce que los liderazgos sociales no se forman ni crean de la noche a la mañana, sino que son procesos históricos que tienen que ver con la credibilidad de los dirigentes y con la oportunidad de esas grandes demandas que se formulan. “Hay sociedades que tienen una conducta social de esa naturaleza, que les lleva en un momento dado, a expresarse masivamente”.
Balcárcel finalmente declara: “Nosotros no tenemos ese tipo de cultura de grandes movilizaciones sociales; eso se perdió, los liderazgos también se perdieron a lo largo de nuestro reciente proceso histórico. De manera que lo que debe haber en el fondo, es la construcción de verdaderos movimientos sociales que sean capaces de interpretar las más sentidas demandas y necesidades de la sociedad guatemalteca en su conjunto. Y en eso tienen un papel absolutamente clave los partidos políticos”.
Úrsula Roldán
Movimiento Social Agrario