En la sala de exposiciones de la Escuela Nacional de Artes Plásticas actualmente está abierto al público el Primer Salón del Desnudo, una iniciativa de los artistas Byron Rodas y Marvin Olivares (Artistas de Maíz) que reúne dibujos y pinturas realizados entre 1940 y 2012 por diversos artistas, cuyo tema principal es la figura humana despojada de sus vestimentas, es decir desnuda, aunque atenuando el golpe de su desnudez en la categoría supuestamente neutral de lo “artístico”.


Como se puede ver ya desde estas primeras líneas, se trata de un tema sensible que exige ser tratado con pinzas pues involucra algo más que conceptos abstractos de belleza y valoraciones estéticas sobre el cuerpo humano desnudo ante cuya presencia se alteran no sólo las hormonas sino también nuestro sentidos del pudor, de la moralidad e incluso, dado que vivimos en una cultura impregnada de cristianismo, del pecado.
Forma parte de este tema tan erizado de prejuicios que se defienden con pasión, la discusión un poco viciada sobre la dosis exacta de erotismo más allá de la cual el desnudo abandona el campo aséptico e incuestionable de lo artístico y lo estéticamente bello para ingresar al territorio escandaloso y perverso de lo pornográfico, inmoral y pecaminoso. Aunque en este espacio no vamos a repasar estos argumentos, consideramos necesario, sin embargo, previo a comentar la el Salón del Desnudo, remarcar el hecho de que con el desnudo como representación de la corporalidad del ser humano tocamos, más que un género artístico, el núcleo de un sistema social y cultural de valoraciones dentro del cual el cuerpo nunca se percibe “en sí mismo”, sino siempre como significando algo, como aludiendo —y eludiendo— algo, es decir como signo. De manera, pues, que debemos entender las obras que se reúnen en el Salón del desnudo como una manera, entre otras, de representar y valorar el cuerpo humano en base a criterios estéticos e ideológicos histórica y culturalmente determinados. Esta manera de ver la exposición nos permitirá descubrir no sólo los méritos y competencias de los artistas sino también algo de la manera en que los guatemaltecos percibimos, pensamos, actuamos y reaccionamos frente a nuestra corporalidad.
El Salón del Desnudo es una iniciativa de artistas y de allí que el criterio “curatorial” se fundamente, por un lado, en el virtuosismo del oficio, el conocimiento de la anatomía y de los cánones académicos para la representación estética del cuerpo humano, y por otro, el reconocimiento social e histórico del artista; y es en este punto donde se nota la ausencia de un concepto claro de lo que se entiende por “desnudo artístico” como criterio para la selección de las obras de la exposición.
El desnudo artístico, en efecto, es, como ya hemos señalado, una manera entre otras de abordar el tema de la corporalidad. Aquí, en el campo de lo artístico, “desnudo” no alude a la ausencia de vestido, que puede tener diversas causas y motivos y darse en infinidad de circunstancias, sino más bien a una manera de mostrar el cuerpo humano en su plenitud. De allí que, en rigor, el desnudo artístico implique por su propia naturaleza una buena dosis de idealización y también de convencionalismo, pues se trata de una manera socialmente permitida de mostrar el cuerpo, permitida toda vez que el artista “ajuste” la representación a las proporciones convencionales de belleza. En otros términos, el desnudo artístico es, como el retrato o el paisaje, un género canónico muy exigente que tiene como único protagonista al cuerpo humano desnudo e idealizado ofreciéndose a la mirada del espectador. Fuera de este marco conceptual y canónico la representación del cuerpo desnudo tendrá siempre la connotación de “carente de vestido” a la que el artista puede recurrir para diversos propósitos expresivos, descriptivos o didácticos que van más allá de este género. Por ejemplo, la obra de Luís Díaz incluida en la exposición ciertamente presenta la imagen estilizada de una mujer desnuda, pero, sin embargo, no es en rigor un “desnudo artístico”, pues lo que en ella prevalece no es la corporalidad de la mujer sino el discurso crítico del artista.
De gran ayuda es la distinción conceptual que Kenneth Clark descubre en el idioma inglés, que tiene dos términos para diferenciar el fenómeno: “naked”, que se refiere a lo desvestido, lo carente de ropaje; y “nude”, que se refiere a lo que en este artículo denominamos desnudo artístico.
(Continuará).