La iniciativa de ley del Desarrollo Rural lleva años dentro del Congreso de la República, a donde han llegado múltiples propuestas, algunas sólo con la idea de entrampar, otras buscando incorporar determinados aspectos; sin embargo, hoy se encuentra en su fase final de aprobación, pues se ha llevado un proceso de debate al respecto de la iniciativa 4084, dentro de la cual diferentes sectores han planteado sus observaciones para que la misma incorpore diferentes visiones, de tal forma que la referida propuesta sea un punto de convergencia.
Aunque yo estoy convencido que no sólo con leyes se resuelven muchos de los problemas del país y que incluso existiendo marcos normativos específicos, no necesariamente se convierten en políticas públicas, hoy resulta imprescindible la política pública de desarrollo rural, para que la misma pase del discurso y de la propuesta a la intervención específica en determinadas problemáticas para que se convierta en una política pública. En este caso, la ruralidad vista como una condición que va más allá de la cuestión agrícola, no sólo cuente con un cuerpo normativo que la respalde sino, además, que involucre mecanismos de intervención específicos para hacerla efectiva, para que incida sobre las enormes dificultades que se conocen en el ámbito rural.
Adrián Zapata, su principal impulsor, es una persona coherente con los actuales tiempos de la democracia, además de que es una persona conocedora del campo y de la problemática de la vida rural, pretende consolidar una propuesta de ley, “con doble puerta”, como él mismo le ha llamado, en donde busca fundir aquellas posturas extremas y hasta antagónicas que han existido al respecto de la problemática rural, tratando de incorporar visiones distintas para una misma situación, pero dejando de lado las posturas extremas, como aquellas que quieren todo, con las otras que, según sus ponentes, no se debe hacer nada y dejar las cosas como están.
El desarrollo rural primero busca que se reconozcan las enormes desigualdades sociales que existen en el campo, en donde las condiciones de pobreza y pobreza extrema son extremadamente altas, en donde los campesinos apenas consiguen sus alimentos para subsistir y desarrollan producciones sumamente modestas que los hace vivir en infra y subsistencia y que se desenvuelven en espacios productivos pequeños, malos y por tanto con producciones bajas.
La economía campesina se debate en este esfuerzo, en donde participan el padre, la madre y los hijos para obtener mayores rendimientos, pero se hipoteca el futuro de los hijos quienes no asisten a la escuela y de ahí se reproducen esquemas de pobreza intergeneracional, que es uno de los círculos que es necesario quebrar.
El desarrollo rural merece ponerse en la agenda social del país, por lo tanto, la aprobación de la iniciativa de ley es imprescindible para que se convierta en una verdadera política pública, pues cuenta con mecanismos de intervención, grupos de beneficiarios, institucionalidad y presupuesto para hacerla efectiva. Ojalá que los congresistas honren la misma y se honren a sí mismos después de sus bochornosas actuaciones con la Ley de Telecomunicaciones y Presupuesto 2013.
La ley de Desarrollo Rural es necesario visualizarla más allá de las banderas ideológicas y permitir que por primera vez se pueda contar con una política pública que apunte a reducir las brechas de desigualdad en el campo en donde la población campesina e indígena se desenvuelve y sobrevive en condiciones de precariedad y pobreza.
*Un adiós en noviembre. La semana pasada murió Julio Sanchinelli, Sancho, una gran persona y un enorme jugador de basquetbol, a quien tuve la oportunidad de conocer en el Instituto Nacional Central para Varones, quien bajo la conducción de Don Chepe Castañeda y contando con compañeros como Juan Celis, Chara y Julio Regalado, Caballo, fueron campeones con el instituto y quien por su enorme capacidad de juego incluso llegó a la Selección Nacional. Sancho jugó su último partido y encestó su última canasta, descanse en paz Julio Sanchinelli, hasta siempre Sancho.