Mauricio Funes, al asumir hoy la presidencia de la hermana República de El Salvador, abre una etapa importante en la vida de ese país que durante casi dos décadas estuvo bajo el control del partido Arena, fundado por los grupos más conservadores que eran dirigidos por Roberto D´Aubuisson, de destacada trayectoria en los tiempos más intensos de la guerra sucia. El triunfo del FMLN, en el que destaca la personalidad de Funes sin vínculo con las líneas más radicales de la antigua guerrilla, constituye un verdadero reto para esa formación política y para el pueblo salvadoreño.
Los salvadoreños han mostrado mucha madurez en los años posteriores al conflicto, pero es ahora cuando se podrá medir el temple y formación de los sectores sociales, puesto que el triunfo de la izquierda dirigida por Mauricio Funes creará nuevos espacios y también nuevas tensiones con la poderosa fuerza del empresariado de ese pujante país que está temerosa de las consecuencias que tenga la nueva política económica que impondrá el gobierno a partir de hoy.
Evidentemente se engañan quienes piensan que Funes es un remedo de Chávez o de Ortega en Nicaragua, porque el periodista salvadoreño ha dado abundantes muestras de una gran madurez política y de comprensión de la realidad de su país y de la situación geopolítica. Pero también hay que ver que la demanda social, insatisfecha por los largos años en que Arena gobernó privilegiando los intereses de los sectores más poderosos de la economía del país, podrá verse desbocada por el entusiasmo de tener en el poder a alguien que comprende las necesidades de la población.
Históricamente los gobiernos de izquierda en países con larga tradición conservadora se enfrentan con problemas porque la demanda de la población se desata más allá de las posibilidades reales de atender todo el clamor de multitudes que durante años no tuvieron oportunidad de reivindicar sus derechos. Allende, en Chile, tuvo en sus mismos partidarios una seria brasa porque no era fácil atender todas sus gestiones y peticiones en el corto plazo y el descontento que generó en algunos sectores la tardanza, por demás lógica y racional dadas las circunstancias, fue aprovechado por los grupos de derecha que al final provocaron el derrocamiento del régimen.
No se puede comparar a Funes con Allende, pero las condiciones sí que pueden ser objeto de comparación y eso es lo que el nuevo mandatario salvadoreño tendrá que tomar en cuenta para conciliar posiciones y lograr la estabilidad que le permita ejecutar un programa social que satisfaga a una población que tuvo que llegar a la guerra para hacer que sus demandas fueran escuchadas.