El delito de pensar


Jose-Barnoya

Hace más de 30 años, cuando fue vilmente asesinado Manuel Colom Argueta, escribí dolido: “El pensamiento es un privilegio. No debería ser delito el pensar. Es hermosa la frase: Pienso luego existo del viejo Descartes; pero la han transformado desde hace mucho tiempo en palabras trastocadas: el que piensa deja de existir. Antes, yo pensaba que el que piensa vale mucho; pero ahora de nada vale el pensar”.

José Barnoya


Desde la prehistoria la brutalidad se ha opuesto de la inteligencia. Desde tiempos inmemoriales vale más la punta de una lanza que el extremo generoso de un arado. En todo el mundo pesa más el plomo que la verdad. Leyendo informes de recuperación de la memoria y del silencio de la misma, se mezclan en el cerebro fechas trágicas y hechos sangrientos que permanecían adormecidos entre malos recuerdos. Cuando eran escasas las víctimas de la barbarie era fácil recordar fechas y nombres.

 Allá por 1934 caían abatidos en la Penitenciaría Central  por la tiranía ubiquista el Chivo Aguilar, Jacobo Sánchez y compañeros; después, Pacheco Marroquín moría en una emboscada; más allá torturado, José León Castillo era leyfugueado. Hace veintitantos años, podían memorizarse nombres de ideólogos sacrificados a manos de la ignominia, la insania y la incomprensión. Por el solo hecho de tener un pensamiento solidario, era mutilada la inteligencia de Jiménez y Andrade. Por tener la osadía de levantar la mano en favor de los desvalidos, los oprimidos eran rociados con balas irracionales Colom Argueta, Fuentes Mohr y López Larrave. ¡Qué importaba que un parapléjico usara una silla de ruedas para transportar su ideario! Había que evitar a toda costa que Adolfo Mijangos siguiera difundiendo su palabra clara. No se podía permitir que los jóvenes anduvieran por ahí hablando de educación para todos, tenencia de la tierra, justicia social y salud pública; lo mejor era acallar a Ponce y compañeros.
Mayo de 2013.

No era suficiente con eso; como el pensamiento social, el alfabeto y la toma de conciencia habían alcanzado a las clases oprimidas, era necesario actuar con más drasticidad. Derribar, quemar y arrasar con las ideas. Nebaj, Chajul y Nentón fueron seleccionados como pueblos mártires. Panzós se transformó en un camposanto. Las casas se tornaron en cruces en Plan de Sánchez.

El mercado de Río Negro se transformó en una inmensa fosa común; lo mismo sucedió con Chichupac y Dos Erres. La campana mayor de Santiago Atitlán ya no llamaba a misa alegremente sino que repicaba triste en un largo y lastimero gemido.
Abril de 2013