El declive de Ronaldinho


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El futbolista brasileño afronta sus últimos meses en el Flamengo, club que le acogió como un ídolo y que, según parece, también tendrá que despedirle por la puerta de atrás.

POR ELENA FERNÁNDEZ Servicios

No se puede hablar de Ronaldinho Gaucho sin hacer referencia, previamente, al Barcelona. El futbolista brasileño aterrizó en el Camp Nou en 2003, bajo el mandato de Joan Laporta y gracias a las gestiones realizadas por el ahora presidente azulgrana Sandro Rosell (antes vicepresidente de la entidad), y reactivó los ánimos de una afición barcelonista dolorida por la complicada situación institucional del club (la gestión llevada a cabo por Joan Gaspart de 2000 a 2003 fue debilitante) y deportiva, tras acumular tres temporadas sin obtener ni un solo título. Con Ronaldinho, el Barça tampoco ganó ningún trofeo en durante el curso 2003-04 pero, al menos, recuperó la ilusión gracias a un jugador técnico y excelso.

Con su sonrisa por bandera, el Barcelona volvió a alzar el vuelo y a reencontrarse con los títulos en la campaña 2004-05, cuando el club azulgrana volvió a ganar la Liga española y la Supercopa de España. Posteriormente, y con Ronaldinho como pilar indiscutible, el club azulgrana alzaría otra Liga y otra Supercopa española en 2006 y el mismo año lograría, también, su segunda Champions League. La campaña 2005-06 fue, por tanto, gloriosa. Lamentablemente para el barcelonismo, no obstante, también supuso un cambio de ciclo para el combinado entonces dirigido por Frank Rijkaard.

CAMBIO DE CICLO

A partir de aquella fecha, el conjunto azulgrana cayó en la autocomplacencia y Ronaldinho fue perdiendo, progresivamente, su magia. La transformación de Ronnie alcanzó su punto álgido en la campaña 2007-08, cuando sólo marcó nueve goles en 26 partidos jugados.

A Ronaldinho se le veía entonces sin ganas de seguir triunfando en Can Barça y, además, fue protagonista de sospechosas lesiones que continuamente le alejaban de los terrenos de juego. Se le acusaba de adorar la vida nocturna de Barcelona y fue perdiendo, poco a poco, el favor del público culé. Con la llegada de Pep Guardiola al banquillo barcelonista y tras otro período convulso (tanto por la falta de títulos en dos temporadas como por la moción de censura a la que tuvo que hacer frente Joan Laporta), Ronaldinho hizo las maletas rumbo a Milan, donde fue acogido como un héroe.

Pese a las buenas sensaciones ofrecidas durante algunas de sus apariciones con la elástica rossonera (éstas jamás se asemejaron, en cualquier caso, a las que ofreció el Ronaldinho azulgrana), la estela del brasileño, tal y como le había sucedido en Barcelona, también fue perdiendo brillo hasta que en 2011, y después de dos temporadas y media sin ganar ni un solo título como milanista, la directiva italiana le enseñó la puerta de salida. Juntos habían vivido un período irregular y parecía que a Ronaldinho sólo le quedaba una vía de éxito: Brasil.

FICHAJE POR EL FLAMENGO

En aquel momento pareció que volver a tierras brasileñas podía ser la pócima definitiva para Ronnie, que fichó por el Flamengo en enero de 2011 y fue recibido con un salario de siete millones anuales. Inicialmente, el compromiso pareció el matrimonio perfecto. Sin embargo, recientemente apareció la peor versión del brasileño, la que también hizo acto de presencia en tierras catalanas. Desde que empezó el año, Ronaldinho se ha ausentado de entrenamientos, tuvo un enfrentamiento con el que era su entrenador, Vanderlei Luxemburgo, y se aprovechó de la confianza que la presidenta del club, Patricia Amorim, depositó en él. Ésta prefirió destituir a Luxemburgo (su relevo fue Joel Santana) antes que enfadar a Ronaldinho, quien no ha pagado a Amorim con la moneda adecuada.

A base de actos de indisciplina, Ronnie ha ido rebasando el vaso de su confianza hasta que la situación alcanzó su punto álgido con la eliminación del equipo brasileño en las semifinales de la Copa Libertadores a manos del Vasco da Gama (3-2). Ese día, el Flamengo puso fecha de caducidad para Ronaldinho, que abandonará la entidad más pronto que tarde. Según parece, por tanto, el brasileño ha dejado escapar, nuevamente, la ocasión de volver a ser protagonista por sus éxitos sobre el césped. Es la triste historia del declive de Ronaldinho.