El curioso caso del fantasma de la Tip. Nac.


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Estoy por terminar o comenzar un relato fantástico con los siguientes elementos dispersos. Durante veinte meses –2009/2100—un fantasma visitó las instalaciones de la Tip. Nac., y corrigió 42 libros de las diferentes colecciones publicadas (o no) por la respectiva Editorial. (Nunca llegó de noche, cuando llegaba, sólo de dí­a). Un somero juicio suyo (del fantasma) sobre poesí­a y poetas guatemaltecos, de vulnerable sensibilidad, lo apartó casi ipso facto de su fantasmal labor correctora, tan por él amada.

René Leiva

 


El que fuera fantasma de la Tip. Nac., más bien usa gorra, pero alguien de carne y hueso, muy vivo y nada baboso, aparece en créditos como corrector de los libros por el espectro corregidos, por lo que puede considerarse que el ¿Involuntario? impostor saluda con sombrero ajeno –que no con la gorra sucia del aparecido (hoy en calidad de desaparecido).

Como inquietante dato complementario, ajeno a cualquier burocracia, el fantasma encontró que en su gafete, en el espacio donde estaba su metáfora, ahora es una ventana abierta por donde se ven nubes sobre fondo azul y un barrilete vagabundo. Ajá.

De esta pésima fábula por él semiprotagonizada, el fantasma de la Tip. Nac., se niega a extraer moraleja o lección práctica alguna. “Nadie sabe para quién trabaja”.  “Mal paga el diablo a quien bien le sirve”.  “Caras vemos, corazones no sabemos”.  “No hablar de la soga en casa del ahorcado”.  Lugarotes comunes, pero sabios, que podrí­an servir hasta cierto punto.  Bah.  (¿El escamoteo como una de las bellas artes?)
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Por lo demás, en otro desorden de ideas, en lí­nea de pensamiento alterna, el fantasma de la Tip. Nac., considera que el haber convivido durante veinte meses con los también fantasmas de Pepe Batres, Bernal Dí­az del Castillo, Rafael Arévalo Martí­nez, Pepita Garcí­a Granados, Tomas Gage, Juan Diéguez Olaverri, José Milla, Flavio Herrera, Ramón Uriarte, Máximo Soto Hall, Alfredo Balsells Rivera,  Marí­a Cruz, Humberto Porta Mencos, Enrique Gómez Carrillo, Francisco Méndez, Otto René Castillo, Irma Flaquer, Fernando Cruz, Agustí­n Mencos Franco, Enrique Muñoz Meany, Rafael Garcí­a Goyena, Clemente Marroquí­n Rojas, José Arzú, Juan José Arévalo, Cristóbal Colón, Adrián Recinos… e incluso Pedro de Alvarado, le inyectó, a baja presión, savia fresca de sus propias raí­ces espirituales.

El espectro seguirá con su lectura distante o cercana de letras redondas o blancas, negrillas, cursivas o bastardillas, mayúsculas, minúsculas… y  más allá de la letra.

(A estas alturas el fantasma susodicho sigue en su vida errante por entre Xibalbá y la otra cara de la Luna, sus hábitats naturales).