Haroldo Rodas Estrada
Museo Fray Francisco Vázquez
El mensaje cristiano fue recibido en América con diversas peculiaridades, se adaptó al gusto y forma de pensar de los pobladores de cada región que hicieron suyos los lineamientos pero los readaptaron para darle una vitalidad propia. Originalidad, mestizaje o simplemente adaptación cultural, hubo un resultado que dejó una secuela en la creación artística alrededor del mundo cristiano, entre las que surgen los Cristos que fueron adaptados como Sepultados en la Antigua Capitanía General de Guatemala, hoy Centroamérica.
Así surgen soluciones o variaciones de la forma en que las imágenes fueron adaptadas al gusto y servicios religiosos. Veámoslo en los Cristos o Crucificados que presentan por regla general una forma provista de naturalidad y expresividad, para dejar un mensaje de impacto a los grupos que las veneraron en sus orígenes.
Las representaciones de crucifijos recibieron un tratamiento muy singular en Guatemala. La forma de crucificarlos, el tratamiento de la tensión muscular, y finalmente la colocación de los paños asoman con soluciones que si bien se basan en los lineamientos de las esculturas españolas, dan una vida y singularidad muy propia que sin duda alguna emerge con fuerza particular.
Quizás fue este el enfoque que permitió al artista Guillermo Grajeda Mena formular su ensayo acerca de los Cristos tratados por los escultores guatemaltecos y referir cómo todo aquel trabajo exigió primero un sentido de integración mestiza en el tratamiento de la madera hasta alcanzar las formas más propias que asomaron para destacar el mestizaje y el producto de un pueblo en el que se reflejó su sentir social y étnico.
Veámoslo desde este orden y contemplemos así cómo hubo una respuesta al influjo español, pero fijemos también una posición en cuanto a que los Crucifijos fueron, como tales, piezas sublimes clavados en la cruz, como lo plantea el canon estético, pero a su vez fueron readaptados con goznes para ser transformados en Sepultados, aprovechando una coyuntura de mostrarlos clavados en la cruz y efectuar ceremonias de descendimientos para finalmente ser depositados en las urnas y efectuar con ellos los paseos procesionales del Viernes Santo, convirtiéndolos en seres inertes que serán llevados al panteón.
Contemplemos ahora su origen, evolución, pero también su reflejo de mestizaje, para demostrar, una vez más, que tanto los Crucifijos como otras sagradas imágenes también son parte de un reflejo de la sociedad que los creó, fijando conceptos, unidades y ante todo un poder creativo que emerge dentro de una problemática.
Existe un variado ejemplo de Cristos o Crucifijos realizados en Guatemala a partir del siglo XVI como producto de la presencia cristiana en el medio, traída bajo el poder Español. De la primera época se conocen muy pocos ejemplos. Entre estos podemos referir los Cristos de madera producidos en España y los de plata que aparecen en las cruces altas procesionales, que aparentemente fueron elaborados por maestros plateros que llegaron a esta región en la segunda mitad del primer siglo de presencia española en lo que hoy es Guatemala.
En el caso del primer ejemplo existe el Cristo de los Reyes, quizás el único con detalles de carácter medieval, corresponde al principio del siglo XVI, sus líneas son alargadas, su barba es sin duda inspirada en el canon del final de la edad media, mientras que su cuerpo deja un sentido de expresividad un tanto forzada, quizás como epílogo del renacimiento, en una mezcla de elementos que pueden tipificar una escultura de carácter un tanto popular.
Esta talla es única en su género en Guatemala, se encuentra en el espacio conocido como Capilla de los Reyes de la Catedral de Guatemala, situada actualmente al lado del Sagrario de la Catedral Metropolitana de la ciudad de Guatemala. Un sitio preferencial en el plano de la Catedral, en cuyo muro principal se ubica en un altar de estilo Neoclásico incorporado a imágenes de la pasión, entre ellas la Dolorosa y San Juan, piezas guatemaltecas del siglo XVII, donde las líneas de movimiento y expresividad contrastan con la tensión de la talla central de dicha hornacina.
Esta imagen presidió siempre el altar dedicado a los Reyes, originalmente estaba en la parte de atrás del altar mayor en la Catedral de Guatemala ubicada en la antigua ciudad de Santiago, cerrando la visión de fondo de este conjunto monumental como sucede con los ábsides provistos de altares. Una descripción completa de su altar fue presentada en el artículo titulado «El Retablo de los Reyes de la Catedral de Santiago de Guatemala», en la Revista Estudios.
Esta imagen marca la presencia de los primeros años del cristianismo en el medio. Sin duda fue confeccionada en España, responde al modelo de los Cristos de ese período en la península, pero pudiese también tratarse de una obra que fue tallada en Guatemala por un escultor español, de los primeros que llegaron a esta región hacia esa época.
Difiere de las esculturas reconocidas como guatemaltecas, ya que presenta una figura un tanto alargada. Su cabeza tiene forma de perilla. El cabello cae en forma partida con dos mechones, uno hacia cada lado del rostro, en una forma muy distinta a lo típico de los siglos posteriores, que mostrarán solo un mechón de cabello hacia el lado derecho, acentuándose la diferencia con la corona de espinas tallada en la misma madera de la cabeza.
Similar a estos detalles aparecen los crucifijos de las cruces altas de plata realizadas en Guatemala en la segunda mitad del siglo XVI. Observamos esta similitud con el crucifijo de la cruz alta del museo Popol Vuh de la ciudad de Guatemala. El cristo es de una posición un tango ligado a patrones góticos, pero de brazos largos, cuerpo con torax pronunciado, paño de pureza rígido y cubriendo en su totalidad la parte del pubis y caderas. Las piernas alargadas, con los pies entrelazados, sostenidos por un solo clavo.
Pero quizás en los pormenores que más se asemeja al Cristo de los Reyes es en el rostro.
Es alargado, su rostro en forma de perilla invertida y termina en una barba muy afinada en forma triangular, mientras que su cabeza presenta una corona de espinas muy resaltada, que más parece un detalle de una tela entorchada que le abraza la cabeza. Una forma muy similar se aprecia en varios Crucifijos de plata en cruces altas depositadas en colecciones particulares y en las que se conservan en los Museos de Tepotzotlán y de Historia de México, cuya manufactura aunque no está identificada plenamente en las cédulas, su procedencia sin duda alguna es de Guatemala, o quizás de Chiapas, que durante el período colonial perteneció a la Capitanía de Guatemala, ya que se identifica con patrones estéticos de dicha época.