El jueves de la semana anterior el Presidente del Banco de Desarrollo de América Latina -CAF-, afirmó que si la región tiene aspiraciones de converger con el nivel de desarrollo de los países industrializados debería de crecer a un ritmo del 6% anual durante los próximos 25 años. Además, señaló que debe superarse la dependencia de la exportación de materias primas, puesto que esta actividad está tomando un peso creciente en los países latinoamericanos.
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Muchos compartimos la opinión de que el crecimiento económico de un país es solo una etapa que conduce al desarrollo de una sociedad. Cuando nos referimos a los países que integran la región, consideremos que la complejidad de su problemática se origina en múltiples causas. Por eso pienso que, en las declaraciones del Presidente del CAF, solo se encuentra contenida una parte de la solución de los problemas que agobian a los latinos, pues no se puede reducir la visión de país solo al crecimiento del Producto Interno Bruto -PIB. Pues, deben acompañarse con políticas fiscales redistributivas.
Cuando los temas económicos se abordan desde una perspectiva completamente teórica, algunos comparten la opinión de que la riqueza que genera una economía no es posible distribuirla de manera inmediata en el sistema, debido a que la riqueza de una persona radica en su capacidad de producir valor agregado; y que para transferirla se necesita elevar las aptitudes del individuo para combinar los factores de la producción.
Entonces, si pretendemos alcanzar un desarrollo como sociedad que sea comparable con el de los países industrializados, debemos empezar por la correcta alimentación y educación de los habitantes del país. Esto significa que no se trata solamente de distribuir el ingreso con fines partidistas y asistencialistas -como se ha hecho desde hace algunos años-, por el contrario siempre se debería buscar la distribución de la riqueza. Sin embargo, este proceso es complejo porque se debe socializar los principales factores de la producción, pero esencialmente la capacidad empresarial, el capital y los recursos naturales. Es evidente que estos factores han sido sinónimo de disputas durante siglos en Guatemala y el mundo, dado que el individuo que posee estos factores automáticamente puede explotar el otro factor restante -el trabajo.
El problema del bajo crecimiento económico obedece a determinantes estructurales tanto internas como externas. Por ello que la dificultad debe tratarse de raíz y no solo ejecutar acciones de corto plazo. Las soluciones deben ser múltiples y coordinadas, pero debe existir voluntad política, económica y social para que los resultados sean los mejores.
Opino que entre las propuestas de redistribución de la riqueza en Guatemala, debería figurar en primer plano el aseguramiento de una alimentación mínima y adecuada, especialmente para la niñez del área rural. Si se lograra lo anterior, sería oportuno enfocar las acciones en ampliar la cobertura y elevar el nivel académico de la educación pública, que, si lo vemos desde el punto de vista de los factores de la producción, estas acciones están íntimamente ligadas a la capacidad empresarial que puede desarrollar una persona.
Si se consolidaran estas dos acciones, con sus respectivos resultados en el largo plazo, generaríamos la capacidad de absorber futuras inversiones directas, dado que, resulta atractivo para los inversionistas la existencia de mano de obra especializada.
Se demuestra que las expectativas no se deben limitar al crecimiento económico, tampoco al uso intensivo de los recursos, por el contrario, al crecimiento debe agregársele la redistribución, y al uso de los recursos la sostenibilidad. De no lograrse, seguiremos con el estatus de país desigual, desnutrido, sin mano de obra calificada, incapaz de sostener el uso de sus recursos naturales, entre otros calificativos que nos hemos ganado.