Las noticias de prensa nos anuncian que tras mantener durante once meses invariable la denominada “tasa líder”, el órgano corporativo que gobierna el Banco de Guatemala decretó un aumentó de 0.25 puntos, para hacerla llegar a 5.25 por ciento.
Nuestro interés en esta columna es ilustrar a los lectores quién paga los elotes de tal decisión, y a quienes beneficia que esta tasa se ande incrementando cada cierto tiempo, sin que veamos que el rédito que se paga por nuestros ahorros se incremente en lo más mínimo.
Cabe indicar que, desde hace ya un buen tiempo el Banco de Guatemala viene mostrando billonarias pérdidas financieras, las cuales son de tal magnitud que se asemejan al presupuesto de la Universidad de San Carlos, y son mayores que los presupuestos de ministerios como el de Ambiente o Energía. ¡Qué tal!
Y lo que es más preocupante aún, recientemente en el diario oficial se lee que la Junta Monetaria aprobó el presupuesto del Banco de Guatemala para 2013, y el mismo llega a la bicoca de Q1,800 tan sólo en pérdidas financieras. La ley orgánica de dicho ente le ordena al Ministerio de Finanzas Públicas cubrir, año con año tales pérdidas.
Y como se trata de un tema de Hacienda Pública, llama la atención la escasa atención y comprensión del gran público a este tema, pues si uno revisa las columnas de opinión y los reportajes de prensa, poquísimos artículos hacen alusión a tal fenómeno, y los que lo hacen lo toman como “un mal necesario”, que contrarresta males mayores.
La presente columna no nos deja espacio para comentar sobre esos “males mayores”; lo que importa aquí es dejar claro que tal medida representa un alto costo social para el contribuyente, que tiene que pagar el déficit con más endeudamiento, o bien con ingresos de impuestos.
El costo social indicado se acrecienta cuando uno se da cuenta que los réditos de tal medida se aposentan dentro del cúmulo de ganancias de unos pocos bancos comerciales privados, así como de portadores de millonarias inversiones que vienen huyendo de los países desarrollados, cuyas bancas centrales mantienen las tasas besando el suelo.
Como se ha dicho ya muchas veces en esta misma columna, el hemisferio occidental no ha salido ni por asomo de la amenaza tremenda de una crisis económica y financiera, que mantiene los niveles de desempleo por los cielos, principalmente en diversos países europeos.
Ante tal situación, los bancos centrales de las grandes potencias han procedido a botar lastre, bajando sus tasas líderes para que fluya el crédito, y así la inversión privada y pública traiga efectos multiplicadores a la economía nacional.
Como se observa, el tema tiene altas connotaciones políticas, aun cuando el Banco de Guatemala se jacta de ser una entidad eminentemente tecnocrática. Los inversionistas nacionales huyen del exterior, y es evidente que presionan de diversas formas para que se les pague una mejor tasa en el interior, siendo que además dicho sea de paso, han bombardeado las propuestas de actualización tributaria para no pagar buenos impuestos sobre las “ganancias de capital”.
Y si tan siquiera nos dieran una mejor tasa por nuestros depósitos en sus bancos, pues no alegaríamos tanto. Pero eso, ni por asomo.