Un obra que podría haber llevado a Guatemala a posicionarse como un puente y vía de mercaderías entre dos océanos, languidece en su lecho de muerte luego de que se ha empezado a revelar que detrás de los números y papeles no había más que castillos en el aire y algunos vividores dispuestos a ocuparlos.
La obra que era presentada como una alianza público- privada desde lo local, consistía en un mega proyecto que traería prosperidad y desarrollo en particular a los Departamentos de Izabal, Zacapa, Jutiapa, Jalapa, Santa Rosa y Chiquimula, por donde se desarrollaría una autopista, oleoductos y una vía de ferrocarril que permitiría el trasiego de mercaderías y productos entre los océanos Pacífico y Atlántico con una inversión que superaría los 9,000 millones de dólares y que se iniciaría con la compra de más de 2500 propiedades en los Departamentos ya mencionados, amén a la inversión indirecta que el país recibiría para poder desarrollar un proyecto como este.
Sin embargo, la reciente captura del salvadoreño Raúl Antonio Reyes Aguilar quien de conformidad con noticias publicadas en diversos medios de prensa se había comprometido a obtener el financiamiento para la compra de las tierras por las que discurriría el malogrado Corredor Interoceánico ha empezado a revelar quienes y de qué tipo eran las personas que se encontraban detrás de un proyecto, cuya capacidad de convencimiento fue tal que llevó al mismo Presidente de la República a declarar de utilidad pública y de interés nacional el referido proyecto.
Como sucedieron los hechos y el porqué miles de personas creyeron en el proyecto es algo que probablemente nunca sepamos, lamentablemente, autoridades, propietarios y muchas otras personas creyeron en los promotores empujados más por lo sueños y ambiciones que por razonabilidad financiera y hoy, un proyecto que pudo haber traído beneficios al país quedará seguramente enterrado entre la percepción de miles de propietarios quienes se aglutinaron y aceptaron el vender las tierras del hoy en apariencia fallido proyecto.
En mi opinión este país necesita con urgencia proyectos de infraestructura que lleven desarrollo a sus distintas regiones y que de alguna manera descentralicen la inversión. El hecho de que la credibilidad en este proyecto esté saltado por los aires no debería de ser motivo para que ya no se gestionen o se impulsen otros proyectos similares, solo debemos de entender que los números son los mejores consejeros y que la factibilidad de un proyecto pasa en primera instancia por la transparencia, la comunicación exacta de los pros y los contras que pueda tener y la capacidad de quienes los impulsen.