El Conocimiento de Dios


El mundo está alarmado como lo estamos todos en cada nación, ciudades, poblaciones, aldeas y cualquier área rural por causa del crecimiento de tanta maldad. Hoy como hace miles de años, sin el conocimiento espiritual de Dios, y de Jesucristo su Hijo, siempre será así­.

Santiago Villanueva Gudiel

Lo decí­a el Rey David: «he visto violencia y rencilla en la ciudad, dí­a y noche la rodean iniquidad sobre sus muros, maldad hay en medio de ella, y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas… Dios el que permanece desde la antigí¼edad oirá y los quebrantará, por cuanto no cambian, ni temen a Dios… Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus dí­as; pero yo en ti confiaré.» (Salmo 55)

Desde el principio de la humanidad Dios vio que el hermano morí­a por la mano del hermano como Abel por Caí­n, y su sangre caí­da en tierra clamó a Dios. La maldad creció de tal manera que la tierra se corrompió llena de violencia, fue tanta que disciplinó al mundo de entonces anegándolo en agua por un histórico diluvio, salvándose sólo cuatro parejas, Noé y su mujer, sus hijos Sem, Cam, Jafet y sus mujeres, además de los animales del campo y las aves de los cielos que entendieron el presagio. Desde entonces se reconoció que el intento del corazón del ser humano es malo desde la juventud.

El mundo actual pasa tiempos difí­ciles, otra época crucial semejante al mundo antediluviano se está viviendo, la maldad es mucha en la tierra y como entonces todo designio de los pensamientos del corazón humano es de continuo el mal en todas partes del mundo.

Hacemos un llamado de atención a una de las principales causas de tanta maldad, como lo es, las DESINTEGRACIONES DE LAS FAMILIAS entre sí­ y contra sí­ mismas, que por no conocer a Dios y a su Hijo Jesucristo en el verdadero sentido espiritual de lo que deben ser conocidos, más que sólo como religión, y no con la verdadera relación sobrenatural con Jesucristo su Hijo; necesitan salvar a los integrantes de los núcleos familiares de la ruina mediante el único ví­nculo que í‰l dejó al mundo, al hacernos entender la bondad de Dios para la humanidad para cambiar a los que crean en í‰l.

A Noé se le dijo por Dios: «Entra tú y toda tu casa en el arca; porque te he visto justo delante de mi en esta generación». Y la prédica final del tiempo de los tiempos en los cuales vivimos ahora mismo es: «Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa» que incluye a los hijos e hijas, etc. como una herencia de verdadera fe. Una familia integrada y en fe verdadera, llega a ser salva de toda perversa degeneración aditiva como con la que se está conviviendo en el mundo actual, para no más deplorar y sufrir la descomposición espiritual y social de la juventud contemporánea.

La maldad ha venido en crecendo no sólo en razón del crecimiento de las poblaciones en habitantes y áreas, o en localidades reducidas que ya no caben, y sin fuentes de trabajo auténtico, productivo y bien remunerado, sino viviendo bajo injusticias sociales, sin orientación a la solución de sus problemas en forma digna, sin ética ni moral, inclusive mayorí­as que viven sin defensa pública efectiva, pero que si la tienen los delincuentes como favorecidos, haciéndose caso omiso de la inmoralidad, la ética y dignidad en esferas de poder gubernamental, lo que es una ofensa al derecho, a la honradez y humanidad, que convierte a los ofendidos en rebeldes por esa misma causa, que buscan hacerse ley por sí­ mismos unos contra los otros, en una rueda interminable de atropellos a la justicia porque sus balanzas no guardan equilibrio.

Hacen falta ministros de Dios, no de «religión», que enseñen el contexto del verdadero conocimiento de Jesucristo; que hagan luz en las mentes con la Palabra de Dios que ilumina el corazón y lo hace arder de dolor y por amor. Hay que volver por la moral en las estructuras de gobernabilidad, que los ministros de gobierno con el mismo gobernante entiendan con madurez la verdadera causa y solución de los problemas, los de la niñez sin padres que los oriente, de adolescentes y jóvenes sin guí­as hacia mejores destinos por caminos seguros, productivos y excelentes, para lograr reducir la corrupción, e impunidad inclusive de la extorsión «social» con ribetes de incentivos explotadores, y no atribuí­rsela sólo a conocidos y gastados señuelos de esto y lo otro «organizada», para no tener cada cuatro años, los sabores de las desilusiones.