El Congreso y los presupuestos


Yo sostengo que los guatemaltecos vivimos cierto tipo de dictaduras que no llegamos a percibir con claridad y a veces ni las notamos. Una de ellas es la de la autollamada tecnocracia que pasa por alto que en la democracia las elecciones generan mandatos y que debieran de adecuar sus actuaciones a lo que se entiende que son los intereses de la población, pero generalmente quienes ocupan posiciones claves como tecnócratas eternos, se limitan a impulsar sus propios puntos de vista y se aferran a sus convicciones sin tomar en cuenta el criterio polí­tico.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Una de las entidades más burocratizadas del paí­s y donde el dominio de la autoconsiderada tecnocracia es profundo, es la Dirección Técnica del Presupuesto que maneja y controla todos los hilos del poder. Los ministros de Estado tienen que limosnear a los técnicos para que les asignen cantidades que, desde el punto de vista polí­tico, son indispensables para operar. El mismo Presidente de la República tiene que rendirse frente a los criterios de los técnicos de la DTP, porque cuando éstos dicen que algo no se puede, el debate se agota y prevalece el criterio de la tecnocracia.

Constitucionalmente, es el Congreso la entidad llamada a aprobar el Presupuesto General de la Nación y ello porque se supone que se trata de un acto eminentemente polí­tico que compete a la representación nacional. En todos los paí­ses del mundo, la comisión que se encarga de dictaminar sobre el proyecto de presupuesto que enví­a el Ejecutivo, realiza audiencias con ministros y funcionarios de otro nivel para determinar polí­ticamente y no sólo técnicamente, la polí­tica de inversión y gasto del Estado. Pero como se trata de cuestiones muy técnicas, los expertos pueden fácilmente armar una estructura en la que se hace imposible realizar cambios porque uno de ellos podrí­a destruir todo el andamiaje cuidadosamente montado por quienes durante años se han encargado de formular el Presupuesto.

Y de hecho la experiencia demuestra que con el tiempo los gobiernos van haciendo ajustes, aprobados por supuesto por los tecnócratas, mediante las transferencias de partidas que son moneda corriente. Y uno se pregunta cómo es posible que ya aprobado el Presupuesto (al gusto de la Dirección Técnica, por supuesto), sea después tan fácil para el Ejecutivo empezar a jugar con las partidas realizando esas transferencias, sobre todo cuando las mismas son para trasladar dinero a quienes tienen el verdadero poder.

Por ello es que me pareció una oportunidad especial para el paí­s esa idea que tuvieron los diputados de la oposición de romper la dictadura de los tecnócratas que deciden e imponen su criterio en cuanto a la forma en que se tienen que gastar e invertir los fondos públicos. Se trata de la decisión más importante desde el punto de vista de la gestión y administración pública porque cuánto y cómo se gasta es lo que determina realmente el curso de un gobierno y más que de un régimen en concreto, de todo el paí­s en general.

Nadie sabe quiénes son los tecnócratas que ejercen tal poder y control, pese a que todo el paí­s depende de lo que ellos piensen y digan. Muchas veces ni siquiera los ministros los llegan a conocer porque para eso está el gran intermediario que es el Ministro de Finanzas que, llegando al puesto generalmente desde esferas remotas, tiene que ir a caer muerto bajo las redes ya bien estructuradas de esa tremenda tecnocracia que no está dispuesta a soltar las riendas del verdadero poder. Por tal razón es que los diputados tienen que entender que su papel no es el de levantar la mano, sino el de participar en la estructuración del Presupuesto General de la Nación.