El Congreso será el campo de batalla


Oscar-Clemente-Marroquin

Cada perí­odo de esta etapa que insisten en llamar de “apertura democrática” que se inició en 1985 con la vigencia de la actual Constitución, se ha marcado por un deterioro mayor en el Congreso de la República donde los intereses de los diputados hacen parecer ridí­cula la queja que habí­a contra los depurables de tiempos de Serrano porque ahora sí­ que no se aprueba absolutamente nada sin usar el listado geográfico de obras y otras prebendas como moneda de curso normal.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


En este perí­odo el gobierno de Colom tuvo que negociar con varias bancadas a precio oneroso para permitir la aprobación de algunas leyes, pero también se toparon con oposiciones firmes y tenaces que le impidieron la ejecución de algunas acciones dispuestas por el Ejecutivo. Y para el próximo perí­odo, el presidente electo, Otto Pérez Molina, tendrá que lidiar con un Organismo Legislativo cuya composición no augura nada fácil y, por el contrario, veremos un constante pulso entre la poderosa alianza de Baldizón con Sandra Torres contra toda iniciativa del Gobierno.
 
  No tengo la menor duda de que el problema más grande y constante que tendrá el nuevo gobierno será el papel de un Congreso de la República donde se ha encontrado ya el camino para sacarle raja a toda votación sabiendo que nada se logra sin que existan acuerdos como los que en su momento llegaron a desesperar a Jorge Serrano. Y reitero que Obdulio Chinchilla y compañeros eran niños de teta comparados con los que en los últimos años han manejado tras bastidores la negociación en el Congreso de la República, antro en donde todo tiene precio y donde nada se aprueba sin que existan esos acuerdos bajo la mesa.

En estos últimos dí­as del actual perí­odo constitucional, los Patriotas tendrán que hacer micos y pericos para lograr la aprobación de un presupuesto que les permita trabajar en los primeros meses del año entrante, con todo y las limitaciones que significa una recaudación fiscal que, aun combatiendo la corrupción, resulta insuficiente para las enormes necesidades del paí­s y para enfrentar los compromisos que deja este gobierno. Además de la deuda flotante, ilegal e inmoral, hay compromisos como los adquiridos con los maestros y el manejo de los servicios de deuda, que harán sudar la gota gorda a los encargados de las finanzas públicas en el próximo perí­odo.

Creo que el gobierno de Pérez Molina tendrá que mostrar una enorme habilidad polí­tica para evitar que en el Congreso de la República se estanque cualquier iniciativa y a ver si no tiene que decidirse abiertamente a participar en el juego de la compra de votos que se ha venido consolidando a lo largo de varias legislaturas. Conociendo los antecedentes y viendo la conformación del futuro poder legislativo, creo que de entrada será probado para medir su disposición a “negociar” y que el resultado de esas primeras pruebas será determinante para el resto de su gestión. Uno quisiera que llegara un gobierno con el temple para enfrentar y denunciar ante la opinión pública cualquier chantaje y presión indecente que se le haga, pero hasta ahora todos han preferido transar, ponerse de acuerdo, antes de llegar a una confrontación que, a lo mejor, termina siendo la única salida para terminar con ese sucio juego de extorsión.

Pérez Molina vivió muy de cerca el proceso de la depuración, que se demostró al final inútil e irrelevante, realizada en tiempos de Ramiro de León Carpio y que en cierta medida vino a darle la razón al manotazo de Serrano contra un Congreso corrupto. Lamentablemente no sirvió para limpiar al Congreso que hoy, como entonces, parece urgido de una cura de chilca.