El compromiso con la vida


Eduardo Villatoro
eduardo@villatoro.com

-I-

Esta tarde

quiero platicar vos

sin dejar puntos suspensivos

entre tus ojos y los mí­os

ni darle paso a las dudas

de tu arrepentimiento

Llegué a pensar

en un momento

que no habí­a razón para que la ciudad

con su estrépito y su luz

se lamentara de tu meditada despedida

porque aprenderí­a a vivir sin vos

En realidad

la calles permanecieron indiferentes

y ni siquiera en la esquina de la casa

advirtieron que te habí­as marchado

con el silencio entre tus labios

En ese entonces

no hací­an falta explicaciones

ni argumentos

para justificar tu ausencia

ni para identificar la fecha

del retorno

Ajeno a tu presencia

que cada dí­a se tornaba más concreta

no quise adivinar

el destino de tus pasos

que seguí­an otras huellas

y tomaban el camino

ambivalente del recuerdo

Pude descubrir

que las palabras y los sueños

podrí­an conducirme

de la soledad de mis angustias

a la fuerza inerte de la vida

-II-

Aceleradamente

descendí­ de lo alto de mis años

hasta la ribera de mi infancia

para tocar tí­midamente

la orilla del mar, tan distante de mis pasos

Bajé de nuevo

en la escalinata del tiempo

que me condujo irremisiblemente

al borde del desconsuelo

de los que dormitan con el estómago vací­o

al final de su esperanza

Y es que habí­amos olvidado

o se nos habí­a pasado por alto

que dentro de los dos

y cerca de nosotros

están la miseria y el espanto

de quienes piden una gota de justicia

para el torrente de sus gritos

Porque los que tenemos la palabra

al alcance de la boca

nos ahogamos en el amplio abanico

de la razón jubilada

y la cobardí­a escondida

tras la retórica académica

Mientras yo buscaba

en la fantasí­a de mis revocaciones

la flor de tu nostalgia

niños y adultos fueron expulsados

de la jornada de la vida

para no pagarles el séptimo salario

de su centésima amargura

Cayeron irredentos

hasta el lí­mite

del frondoso anecdotario

de los que se graduaron de maestros

en la oscura alternativa

del dolor o de la muerte

y con herencia de la patria transferida

-III-

Pagaron el tributo

al fallido intento de cultivar la tierra

porque en la elaboración de datos

para establecer parámetros

de necesidades y poderes

ni siquiera se les quedó la idea

del tí­tulo supletorio que servirí­a

para envolver un puñado de cenizas

O aquellos otros

que creyendo

en la ensordecedora publicidad electoral

se atrevieron a saborear su sed

y depositaron su voto en el sarcófago

que no pudo dar cabida

a su huella digital

Algunos más

aplazaron la hora de las decisiones

sin tomar en cuenta

que la convocatoria de los representantes

acordaba que los débiles

no tení­an derecho

de renunciar al miedo

mucho menos

de proponer el cambio de camisa

El llanto del niño

que se acurrucaba

en el analfabetismo de su aldea

fue interpretado

como señal de lucha

contra quienes ofrecieron

la felicidad de una tortilla

sin frijoles

Y mientras yo buscaba

un geranio para ponértelo en el pelo

una y dos y cien mujeres

pretendieron en vano

encontrar a sus maridos

en la invisible jaula de la libertad

que instalaron los legisladores

con sus recursos de amparo

-IV-

También los magistrados

escudriñaron en las leyes

para aplicar la norma que sancionarí­a

a los que se atrevieron

a vulnerar con sus pies desnudos

la opulenta plataforma de los derechos humanos

Condenados fueron

asimismo

los que abusaron con las uñas sucias

el permiso de sentarse

en un artí­culo legal

y tuvieron la osadí­a de ponerse de pie

para defender su anónima dignidad abofeteada

Encontraron escarmiento

los que en comunidad de aspiraciones

fueron incapaces de aceptar

que la cultura

sólo debe ser administrada

a quienes no se han contaminado

con la amenazadora vertiente

de la solidaridad

Todo esto y más

que no cabrí­a en el provisional mensaje

elevado a la hora

de las reivindicaciones

se acumula en este instante

sobre las espaldas

de los recién nacidos

y en el ombligo del cadáver profanado

Conservemos entonces

de vulnerables sentimientos

y de las raí­ces germinadas en tu vientre

pero sin olvidar la cotidiana esencia

del hombre y la mujer

que al hacer el inventario de sus penas

han descubierto que es más grande

la lágrima de un huérfano

derramada en la indiferente y frágil

mejilla de la patria

que el vitalicio afán de una moneda

Besemos

pues

y con premura

el recuerdo que no dejaron sus pesares

y el simple esfuerzo

del compromiso con la vida

y la cita irrevocable con la muerte

(1995)