El comprador de lo robado: el eslabón escondido en la dinámica del crimen


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La alta incidencia criminal que se registra en el país, principalmente en la ciudad capital, mantiene en zozobra a los ciudadanos de todos los estratos sociales que exigen a las autoridades acciones contundentes contra la delincuencia;

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POR REGINA PÉREZ
rperez@lahora.com.gt

No obstante, entre esos mismos guatemaltecos hay quienes ignoran que muchos fomentan la cadena de criminalidad con la compra de un celular, un radio para el auto, o cualquier artículo de dudosa procedencia que adquieren como una “ganga” en el mercado negro. La dinámica del crimen también tiene un eslabón “ciudadano”. 

En las diferentes zonas y calles de la ciudad capital, sean consideradas zonas “rojas” o no, una gran parte de peatones y automovilistas han sufrido por lo menos un asalto, a veces a mano armada, en el que han sido despojados de sus celulares, joyas e incluso de sus vehículos. En ocasiones, la simple negativa a entregar un celular o una computadora portátil le ha costado la vida a su dueño.

Del robo de celulares, sobre todo los más cotizados en el mercado local, conocidos como smartphones, computadoras portátiles y vehículos, no solo se beneficia el delincuente, que en la mayoría de las oportunidades vende los artículos, también hay otro actor, cuya corresponsabilidad en los crímenes es indirecta, pero que constituye la principal razón de la comisión de estos delitos, ya que sin su rol no existiría la demanda: el ciudadano que compra artículos robados.

Este importante actor, que a veces sufre en carne propia los asaltos, reclama a las autoridades por falta de seguridad o se queja de las pocas acciones emprendidas contra la violencia; muchas veces continúa sin comprender el papel que juega en la cadena del crimen cuando compra un celular o un radio a un precio mucho más bajo de lo que podría conseguir en un comercial o tienda autorizada, y que en múltiples oportunidades considera una “ganga” del mercado negro.

Analistas y ciudadanos consultados consideran que detrás de esta práctica se esconden factores socioeconómicos, e incluso culturales, acompañados de la indiferencia de quienes son víctimas diarias de estos delitos.

Pero, ¿cómo el guatemalteco común y corriente que no pertenece a ninguna estructura delictiva tiene una corresponsabilidad directa en estos delitos?

CORRESPONSABILIDAD EN EL CRIMEN
 
Ramón Ruiz, analista en temas de seguridad, señala que muchas y muchos ciudadanos que se consideran personas honorables, de alguna manera estimulan este tipo de actividades ilícitas al comprar celulares robados, cualquier repuesto de automóviles o, incluso, discos compactos pirateados.

“A través de la compra de estos objetos, nosotros como ciudadanos estimulamos la comisión de los delitos”, señala.

Carmen Rosa de León Escribano, del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible (Iepades) considera que, en ocasiones, los ciudadanos que incurren en estas prácticas no se sienten cómplices de la criminalidad, cuando efectivamente es esa práctica la que fomenta los  mercados criminales.

Aparentemente son mercados al límite de la legalidad, pero lo que están alimentando es la posibilidad de que se robe a otras personas, para comprar esos artefactos, anotó De León.

El tema principal y más dramático es el de los celulares, porque normalmente con los robos ocurren agresiones o muertes; sin embargo, todo se debe a que hay compradores que buscan móviles baratos pero, además, fomentan a que maten a otras personas, a ellos mismos o a sus familiares, indicó De León.

En 2010, un grupo de guatemaltecos víctimas de la delincuencia se dio cuenta de este círculo de la criminalidad y decidió llamar la atención de los ciudadanos sobre su responsabilidad en la cadena del crimen al comprar objetos de dudosa procedencia en varios de los mercados de la ciudad en donde se sabe que venden este tipo de objetos.  El grupo se hizo llamar Guatemaltecos por la Vida y la campaña se denominó “No Compro Robado”.

Flor López, del grupo Guatemaltecos por la Vida, manifiesta que la idea de impulsar una campaña que hiciera ver a los ciudadanos su corresponsabilidad en estos crímenes, surgió porque muchos de ellos habían sido víctimas de robos, ya sea de autos o de celulares.

“Tomamos la decisión de que debíamos hacer algo, a través de una campaña de comunicación sobre los robos, que hiciera ver cómo nosotros contribuíamos a que eso sucediera”, refiere.

De la tragedia nacían las bromas: “Le decíamos al que le robaban la radio de su vehículo que fuera a “La Presidenta” a buscar un radio o que incluso allí iba a encontrar el que le habían robado”, indica.

Pérez considera que hay quien roba, porque siempre hay otra persona que compra los objetos robados.

¿FACTOR ECONÓMICO O CULTURAL?

¿Cuál es la razón que empuja a los guatemaltecos a adquirir objetos robados? Una de las razones que esgrime Ruiz sobre el por qué los guatemaltecos acuden muchas veces a los lugares conocidos como “hueseras” o a los mercados populares, como “El Guarda”, es la situación socioeconómica de los guatemaltecos, ya que muchos viven en pobreza y extrema pobreza. Sin embargo, estima que esto nunca puede justificar que alguien compre objetos robados.
 
Una parte significativa de la población que tiene ingresos bajos que no les alcanza para el sostenimiento de sus familias se ven forzados a comprar objetos robados para ahorrar, ante la enorme brecha que existe en los precios de celulares de procedencia lícita, pero que tienen precios exorbitantes, y los celulares robados, quizá de marca o de modelo atractivo, que pueden conseguirse a precios más baratos, señala.

De León Escribano considera que se trata de una costumbre de marginalidad en la sociedad guatemalteca. Se conoce como “economía marginal” y trata de buscar la ventaja en los bienes más baratos, sin tener la percepción clara de que eso está conectado con lo ilícito.

La analista considera que personas de todos los estratos sociales incurren consciente o inconscientemente en estas prácticas, aunque puede ser una costumbre más enraizada en aquellos sectores que viven más pendientes de sus ingresos, que reparan más en los precios de los objetos y que seguramente buscarán algo más barato en el mercado.

Por otro lado, mucha gente no es consciente que con la compra de objetos robados en plazas o calles, contribuye a fomentar la existencia de esos mercados y la proliferación del robo del que ellos mismos son o pueden ser víctimas. Según De León, sería más efectiva la acción de un ciudadano consciente de no comprar en esos lugares, que las acciones emprendidas por las autoridades al eliminar esas ventas, ya que la ausencia de demanda evitaría muertes y asaltos provocados por los delincuentes que buscan agenciarse de esos objetos para su reventa.

Es como el tema de la droga, de que en función de que existe el consumo y la demanda se activa el mercado, agregó.

Jorge Ibarra, otro de los promotores de la campaña “No Compro Robado”, considera que existe un factor cultural detrás de esta situación; el guatemalteco se cree “pilas” al decir “me conseguí un iPad por Q1000”, mientras que alguien pagó Q5000, aunque ignora consciente o inconscientemente que su “ganga” le pudo costar la vida a una persona.

Ibarra refiere que ha tenido experiencias cercanas de personas que han muerto debido a esta ola de robos. “Enterramos a un joven de 19 años víctima del robo de su celular”, lamenta. La esposa de Ibarra también sufrió el robo de su vehículo. 

ACCIONES

Para Ruiz, la acción de comprar objetos de procedencia dudosa es nociva, socialmente destructiva y la indiferencia es un agravante. “Debemos de cambiar eso a través de campañas de concientización y a través del fortalecimiento del Estado mismo”, anotó.

De acuerdo con el analista, las acciones en contra el mercado de objetos robados debe acompañarse de acciones legales; en el caso de los celulares, es urgente que el Congreso apruebe la iniciativa de ley que crea los bancos de datos de todos los celulares, positivos, así como la base de datos negativas, que es donde deben estar todos los celulares robados.

Las telefonías también deben poner de su parte y apoyar la ley, con lo que estarían contribuyendo a la prevención del crimen e incluso de asesinatos, dijo Ruiz.

Por su parte, Ibarra apoya la idea de que los guatemaltecos tienen que perder el miedo a actuar y ser más activos, tal como lo hicieron ellos en la referida campaña; nos expusimos en la Sexta Avenida para pegar y entregar calcomanías con las leyendas de “No compro robado” y “No soy parte del crimen”, pero las personas al leer las calcomanías nos decían “ah no, no nos queremos meter en problemas”, señala.

De acuerdo con Ibarra, muchos de los integrantes del grupo también tenían miedo de participar y dar entrevistas en los medios de comunicación, ya que sus nombres y apellidos aparecerían en la televisión o en la prensa escrita. “Somos una sociedad temerosa, no estamos acostumbrados a hacer cosas por nuestro país”, anota.

El entrevistado señala que otros prefieren no involucrarse en este tipo de campañas y mucho más si implica gastar dinero de sus mismos bolsillos, pues “para publicitar los spots en la radio y en la televisión pedimos el apoyo de los miembros del grupo, pero muchos señalaron que con su tiempo y el voluntariado ya estaban dando suficiente”.

Según Ibarra, los gastos de la campaña ascendieron a miles de quetzales, que tuvieron que cubrir ellos mismos o con apoyo de algunas televisoras, pero considera que finalmente lograron hacer llegar el mensaje. 

Sin embargo, el grupo que comenzó con decenas de miembros poco a poco ha ido mermando la cantidad de sus integrantes; ahora somos como 6 u 8 personas que aún queremos dar impulso a esta campaña porque queremos hacer algo por nuestro país, comentó.

“Tomamos la decisión de que debíamos hacer algo, a través de una campaña de comunicación sobre los robos, que hiciera ver cómo nosotros contribuíamos a que eso sucediera”.
Flor López
Guatemaltecos por la Vida