El clima y la pobreza


Ayer en Naciones Unidas y a partir de mañana en Pittsburgh, la atención del mundo se centra en el importante tema del cambio climático que constituye uno de los grandes riesgos para la humanidad y Estados Unidos ha abandonado la postura de indiferencia que caracterizó la gestión del presidente Bush para asumir un mayor compromiso que, no obstante, tendrá que superar importantes valladares en el Congreso.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Obviamente todos tenemos que preocuparnos por el medio ambiente y la forma en que los humanos lo hemos dañado a lo largo de los últimos años, especialmente, pero en el caso de paí­ses como Guatemala creo que es indispensable que centremos nuestra atención en problemas concretos del dí­a a dí­a, como puede ser el tema de la pobreza. Alguien me decí­a que andar pensando en las actuales circunstancias en el cambio climático es como que un padre de familia que no tiene que darle de comer a sus hijos se ponga a decidir si pone aire acondicionado o calefacción en su casa. Obviamente lo primero que tiene que hacer es asegurar la comida para que sus hijos no pasen hambre y ese es el caso concreto de Guatemala y de muchos paí­ses del mundo.

Si la humanidad asumiera con igual preocupación el tema de la pobreza a como lo hace con el clima, seguramente que habrí­a más soluciones para algo que cobra constantemente vidas y que afecta a millones de personas a lo largo y ancho del planeta. En el fondo puede decirse que los mismos opositores que encuentra la lucha contra el calentamiento global son los que prefieren que el tema de la pobreza continúe sin ser seriamente abordado, puesto que se trata de grupos de poder económico que anteponen sus intereses y sus ganancias a cualquier otra consideración. Tan poco importa que el mundo pueda sufrir los efectos del cambio climático como que diariamente mueran miles de niños simplemente porque no tienen que comer.

Creo que paí­ses como el nuestro podrí­an alzar la voz en Naciones Unidas para destacar el tema de la desnutrición infantil como uno de los efectos más lacerantes de la pobreza que es básicamente producto de la inequidad y de la falta de oportunidades para millones de habitantes de la Tierra. Porque somos una nación que es un ejemplo claro y concreto de que no es un problema de falta de recursos, sino simplemente de la injusta distribución de los mismos que se repite en otros paí­ses y que constituye básicamente la causa esencial de la pobreza.

No es lo mismo que los paí­ses más desarrollados aborden temas como los retos del milenio e impongan metas que para ellos son fácilmente alcanzables a que paí­ses en desarrollo o carentes de desarrollo puedan asumir una postura para colocar el tema en el centro de la agenda internacional. Los discursos de nuestros presidentes son generalmente inocuos y hechos más para consumo interno, porque saben que cuando hablan de la agenda internacional ni la voz ni el concepto tienen el menor peso. Pero si se lanzara una urgente voz de alerta al mundo sobre lo que significa la pobreza, sobre el daño que millones de niños sufren en su crecimiento porque no pueden alcanzar pleno desarrollo simplemente porque no pueden comer, seguramente que alguien les escucharí­a. Claro que eso significa reconocer que sufrimos hambre y miseria y eso como que no es del gusto de quienes gobiernan.