La respuesta del Gobierno a los reclamos de los campesinos no coincide con su prédica de tiempos de solidaridad, evidenciando que en el fondo el gasto social está íntimamente ligado al clientelismo político que en el caso de los grupos campesinos no garantiza el rédito de los votos que el Gobierno busca. Decimos lo anterior con la solvencia que nos da el haber apoyado los programas de Cohesión Social por lo que significan en un país pobre, pero es obvio que el Gobierno no va más allá de sus intenciones políticas y por ello la petición de grupos que no están bajo su control o que no pueden ser fácilmente moldeados por su nivel de conciencia, quedan fuera de la cacareada solidaridad.
En efecto, hemos dicho que en un país con los niveles de pobreza que presenta Guatemala es indispensable la implementación de programas de asistencia a los más necesitados. En ese sentido hemos considerado que el Gobierno está obligado a continuar con esa línea y hemos dicho que compromete seriamente la permanencia de tales programas con el empecinamiento que hay para no ofrecer información precisa sobre la forma en que se administran los fondos.
Pero cuando vemos que otros grupos sociales que están igualmente en condición de pobreza y que tienen historia de reclamaciones y de lucha, son ignorados con desplante por el Presidente de la República, quien les dice que si quieren implementar sus programas que formen un partido político y ganen las elecciones, tenemos que señalar que hay hipocresía en el supuesto gesto solidario del mandatario.
Para empezar, Colom mejor que nadie sabe que no es cuestión de formar un partido sino de venderle el alma al diablo para llegar al poder. Por eso es inmoral e indecente que les diga a los campesinos que la solución es fácil y que basta con la organización partidaria para aspirar al ejercicio de poder suficiente para impulsar sus programas. No, señor Colom, usted mismo no llegó a la Presidencia sino hasta cuando puso su partido y su programa al servicio de los financistas que ahora todo mundo conoce porque en su voracidad no se contentaron con el tráfico de influencias que caracterizó a Gobiernos anteriores, sino que se despacharon con el cucharón de servir, para no dejar ni siquiera migajas regadas
Ofende escuchar a un político que recorrió el camino de los compromisos con los financistas y que los ha honrado a cabalidad a lo largo de su período, que dé una receta como esa a los campesinos. No se burle del pueblo, señor Colom, y menos del pueblo más pobre cuyo pecado es tener niveles de conciencia suficientes como para no dejarse manipular por la dádiva clientelar.