Así llamaban sus admiradores al fantástico avión de pasajeros anglo-francés «Concorde». Su nombre significa concordia, es decir: armonía, conciliación o fraternidad. Es el avión de los sueños, y en realidad, es una de las más grandes obras de la ingeniería de todos los tiempos. En este asombroso avión se fusionaron arte y tecnología, porque su diseño de gran belleza, elegancia, estilo y aparente simpleza, seduce tanto el área técnica del cerebro humano como la parte artística del mismo. El avión llevaba a los pasajeros al límite del espacio, donde el cielo se oscurece; al mismo tiempo se podía observar la curvatura de la Tierra, porque esta aeronave volaba a 21,000 metros de altura, al doble de la velocidad del sonido, 2,200 kilómetros por hora ?mach 2?. ¡Era increíble! Salía a la estratosfera y alrededor de él sucedían diferentes fenómenos físicos como la dilatación del fuselaje por el calor de la fricción como la dilatación del fuselaje por el calor de la fricción por la gran velocidad, y otros que eran imperceptibles a los tripulantes cuando estaban en pleno vuelo y quienes podían vestir ropa diaria sin tener que usar trajes especiales ?como los utilizados en los aviones de combate o en el transbordador espacial?, beber una copa de champagne, leer o descansar. Sus vuelos de rutina de Londres a Nueva York, por ejemplo, duraban 3 horas con 15 minutos. Era impulsado por cuatro poderosos motores Rolls Royce con post combustion; cada uno en su máxima potencia desarrollaba un empuje de alrededor de 17,000 kilos de fuerza. El 24 de octubre de 2003, esta maravilla moderna realizó su último vuelo, por lo que las aerolíneas Air France y British Airways convocaron a los medios de comunicación e invitados especiales entre los que se encontraban poetas, empresarios, filósofos y admiradores para hacerle un homenaje y decir el último adiós a este único avión supersónico de pasajeros. Bárbara Harmer, piloto del «Concorde» se sentía muy orgullosa de que siendo mujer pudiera pilotear esta magnífica y apasionada nave. Ese día fueron expresadas diferentes opiniones acerca del «Concorde»; la poeta Maya Angelou dijo: «Los hombres y mujeres que dieron forma a la idea de un avión para los seres humanos que volaría a 2,200 kilómetros por hora, son las mismas personas que pudieron haber escrito poesía; simplemente la escribieron con metal, con grandes mentes, y con matemática.» Y sí, el «Concorde» era poesía en movimiento y también lo era cuando estaba inmóvil. Fue la manifestación del espíritu explorador de los seres humanos, una obra mágica de la ingeniería y el diseño, algo fuera de serie, una creación bella e inteligente, que ha hecho que el futuro se quede congelado dentro de una burbuja en el tiempo, creando sueños que algún día hagan realidad viajar a los confines del universo. Y para recordar al avión supersónico le escribí el poema titulado «Poesía en titanio».
Poesía en titanio
Escultura de titanio
perfecta obra del ingenio humano
belleza, poder y grandeza
máquina brillante, fantástica ave
del tiempo va delante;
seductora armonía
fusión de técnica y arte.
Aeronave
de poetas, magos y científicos
simple y complicada
supersónica y sofisticada.
El último vuelo
del portentoso Concorde
del futuro al pasado
nos lleva a olvidar
a no contemplar más
sus alas en delta
y a no observar más
por sus diminutas ventanas
la curvatura impresionante
del planeta Tierra
enigmáticamente sin barreras.
Seres humanos
unieron su inteligencia
su veneración por lo perfecto
y el deseo intrínseco
por ganarle al tiempo
para gestar al monarca
emperador de los aviones
que hoy gira en la nada, en la luz,
en el recuerdo de un espacio sin tiempo.