
Hemos asistido a una campaña electoral que ha gastado millones de quetzales en publicidad con un pobre contenido político y programático. Campaña adelantada que demuestra la falta de respeto por la institucionalidad que los mismos candidatos pretenden dirigir. La pobreza intelectual y formativa de los candidatos y candidatas fue evidente; asistimos a un observatorio de la estupidez discursiva, vacía de conocimiento, sentido común, cultura general e ideología.
Malos candidatos auguran presidentes y funcionarios mediocres. Mismos que estarán al servicio de los financistas de campaña. Serán los tecnócratas afines a los grupos de poder los encargados de dirigir dentro del gobierno, los planes y políticas que beneficiarán a los grandes proyectos del capital que pagaron cada uno de los rótulos, vallas, cuñas radiales y anuncios televisivos a los que fuimos sometidos en esta contaminación auditiva y visual de basura propagandística.
Gane quien gane en este circo eleccionario, pantomima de la democracia, garantiza la continuidad del modelo de explotación neoliberal. ívidas están las empresas mineras, las transnacionales de los alimentos, las petroleras, los grandes exportadores y los grupos financieros de conocer quién es el partido político triunfante, para no negociar más con tres o cuatro candidatos sino focalizar su gestión con el ungido presidente electo y garantizar su expansión sobre los territorios guatemaltecos para apropiarse de los recursos naturales, explotar el trabajo de la gente y expandir sus mercados.
En el plano de lo simbólico, cientos de organizaciones gubernamentales, empresariales, de iglesias y de derechos humanos fortalecen sus campañas de llamado al voto. Es un deber ciudadano sentencian y la gente de a pie lo repite como dogma de fe, cegada por la ilusión febril de construir patria y ciudadanía con la emisión del sufragio. Para los que manifestamos nuestra decisión de no asistir a las urnas el 11 de septiembre, cae una condena moral y se nos acusa de irresponsables para con el país, deslegitimando una posición política no sólo válida sino necesaria cuando el sistema nos trata de imponer una cultura ciudadana instrumentalizada y una nacionalidad inventada en base al dominio de una clase social sobre las otras.
¿Existe alguna alternativa dentro de este marco electoral? Creo que en 2011 esa opción no existe. El llamado Frente Amplio, una coalición de tres partidos políticos, ANN, URNG y WINAQ y un grupo político, MNR, se presenta a sí mismo como la opción contra hegemónica. Una de sus organizaciones promovió no llamarlo de izquierda; esta contradicción interna se hace evidente en los diferentes discursos que la coalición usa públicamente refiriéndose a los mismos temas. El Frente es una coordinación electoral impuesta desde las cúpulas partidarias acordada recién en 2011, lo que evidencia improvisación; no es una construcción que surja de discusiones y diálogo con organizaciones sociales, comunidades y pueblos; en algunos municipios y departamentos este arreglo cupular no fue aceptado por comités locales quienes lanzan candidatos cada cual por su lado. Al mismo estilo de los partidos de derecha se priorizó el reparto de candidaturas postergando la construcción colectiva del proyecto político.
El error más grande de la izquierda institucionalizada ha sido caer en la dinámica electoral, creerse el cuento de la democracia liberal y abandonar las prácticas organizativas de la lucha de clases. Sin organización no hay posibilidad de avanzar en ninguna lucha, menos la electoral; el ejemplo claro es que el partido ANN en las elecciones de 2007 tuvo más afiliados inscritos que votos por el candidato presidencial, según datos del Tribunal Supremo Electoral.
La izquierda partidaria puede convertirse en alternativa real, en el futuro. La vía electoral puede ser una alternativa para la lucha organizada de los pueblos en busca de su liberación, pero no la única. El riesgo de ser comparsa en el circo electoral es grande. Mientras tanto el descontento social se incrementa, la resistencia en los territorios se fortalece y la lucha de clases se manifiesta en todas las regiones del país.