DESDE LA REDACCIí“N
Las fuerzas -por llamarlo de una forma estética- de oposición, procuraron designar equipos especializados para fiscalizar el trabajo del famoso Plan de los Cien Días lanzado por Colom y compañía. Proyecto que, basta decir, dejó la experiencia de evitar ofrecer proyecciones en tiempos prácticamente irrealizables: Guatemala tiene problemas tan profundos que es difícil solucionarlos en tan poco tiempo. Imposible.
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Decía que los dos partidos que quedaron en el segundo y tercer lugar en el podio electoral se han empeñado en pisarle los talones al equipo de gobierno. El jueves último, por ejemplo, Otto Pérez Molina junto a los diputados del Partido Patriota detallaron los errores del uneísmo en esta primera fase de gobierno. Uno de los acompañantes del general, mano dura, le pasaba papelitos para recordarle qué era lo que tenía que enfatizar en sus declaraciones. «Más qué anomalías, incumplimientos. Falta de recursos», decía el chivo.
Giammattei, ya había hecho lo mismo. Sin embargo, más que propuestas, abundaban los señalamientos, acusaciones y frustraciones. Pese a todo ello, serán los únicos dos partidos que, al parecer, estarán desnudando con las críticas los proyectos que intentará ejecutar la socialdemocracia al mando.
No está mal. Pues si miramos un poco bajo el agua, son los únicos dos partidos del enorme abanico político que tiene el país. Los demás partidos, tal como lo dicta la experiencia, pasarán casi invisibles jugando roles que de vez en cuando saldrán a la superficie de las propuestas, pero del lado legislativo. El resto del tiempo pasarán cómodos esperando el momento del gran circo electoral.
En la parte alta de la pirámide actual las organizaciones políticas en Guatemala han pasado a ocupar un mero papel de contemplación, evitando contaminarse, y dicho de mejor forma, desgastarse para lograr mejores oportunidades para los siguientes comicios. Faltan menos de cuatro años, y es mejor para ellos no figurar en las primeras planas para no defraudar a sus posibles sufragios.
Pérez Molina es el más visible. Es comprensible, pues está siguiendo la lógica de la dinámica guatemalteca: el perdedor es el siguiente ganador. Así, genera una figura de defensor-del-pueblo, achicando los esfuerzos que intenta despertar su otrora contrincante electoral y afianzarse su camino a la sucesión gubernamental.
Con algunas excepciones, en la era democrática actual, los partidos nacen tan rápido como mueren. Hay algunos, como el FRG, que no se empantanan en los escenarios de desgaste, y con cierta disciplina han sobrevivido a varias legislaturas. Las demás agrupaciones han nacido impulsando figuras de liderazgo para ocupar un espacio en el imaginario político del país. Ganan una cuota y desaparecen.
Es una característica propia de la estructura elaborada por nuestros políticos. Dinámica que debilita una posible educación en este campo para la población. Todos los partidos, partidines, y partiditos que hay en la actualidad buscan sus votos propios, aunque eso sea lo de menos, si hay algo que tiene más peso en la política es la fuerza que encuentren en conjunto. Los votos vendrán después, por añadidura.
Así, ya vemos que la Gana buscará alianzas estratégicas para darle vida a una aplanadora multipartidaria que haga más fuerte la oposición, ojalá que sea en términos constructivos y sin intereses que dañen a la mayoría.
El chivo está en mantenerse en la palestra, activando una oposición constructiva. Reconocer que un partido es una fuerza que se vaya fermentando para un futuro. Entonces, es importante reconocer que de la nada no se puede hacer fuerza, éstas las va dejando la historia con bastante trabajo.