Aunque no acaba de afinar una respuesta única, la comunidad internacional coincide en cuanto a la urgencia del reto climático y sus consecuencias inminentes para la Humanidad.
Después del informe del economista británico Nicholas Stern, que prevé una recesión «de magnitud catastrófica» (más de 5.500 millones de euros de pérdidas económicas), el secretario general de la ONU, Kofi Annan, consideró que el cambio climático constituye ahora una «amenaza para la paz y la seguridad», al mismo nivel que los conflictos, la circulación de armas o la pobreza.
Las conclusiones de los científicos internacionales comisionados por la ONU, esperadas a principios de 2007 en París, deberían confirmar las previsiones más pesimistas.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC, casi 5.000 científicos de todo el mundo), que realiza el mayor peritaje posible sobre el tema, debe entregar su cuarto informe el 1 de febrero.
En la precedente edición de 2001, el GIEC pronosticó un calentamiento medio del planeta de 1,4 a 5,8° C de aquí al 2100. Desde entonces, las simulaciones en laboratorio han dado resultados similares, indica el físico francés Hervé Le Treut, director de investigación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) que participa en los trabajos del GIEC.
«Las evoluciones que se pueden prever siguen siendo las mismas. Pero podemos añadir elementos desestabilizadores que no habíamos calibrado hace unos años», explica.
Cita los efectos amplificadores del calentamiento vinculados a la modificación de la vegetación continental, al deshielo anticipado de Groenlandia, a la reacción de los océanos o al derretimiento del pergelisuelo (o permafrost, suelos helados en permanencia que, al fundirse, envían metano a la atmósfera).
«La gama de riesgos posibles y su percepción se ha ampliado», insiste Hervé Le Treut.
«Lo que habíamos previsto desde 1990 se comprueba hoy: una trayectoria de alrededor de 0,2°C por decenio. El calentamiento se ha hecho más visible», señala asimismo el climatólogo francés Jean Jouzel, miembro de la ejecutiva del GIEC.
Deshielo acelerado en el Polo Norte, desaparición programada de las nieves del Kilimanjaro, blanqueamiento de los corales, migraciones perturbadas… los gritos de alarma se multiplican.
En la conferencia climática de Nairobi, en noviembre, Annan denunció una «falta patente de liderazgo» en la cuestión, y pidió a los jefes de Estado y Gobierno que lo asumieran directamente.
En Nairobi, la Unión Europea logró transmitir su convicción de que más allá de 2°C suplementarios el planeta será ingobernable, pero no consiguió un consenso acerca de una respuesta multilateral.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) lanzó un «mensaje de urgencia» y recordó que el consumo energético del mundo es «insostenible». «Podemos esperar todavía una década para ver si las tecnologías resuelven el problema», aseguró su jefe, el francés Claude Mandil.
El dióxido de carbono (CO2), uno de los principales gases con efecto de invernadero emitidos en la atmósfera y responsables del calentamiento climático, es producto esencialmente del consumo de energías fósiles (petróleo, gas, carbón).
A pesar de la urgencia, las naciones firmantes del Protocolo de Kioto sólo se pusieron de acuerdo en la necesidad de prorrogar este tratado, cuya primera etapa expira en 2012.