El buen pastor


Délfido Barrera Navas

JEHOVí ES MI PASTOR, nada me faltará. Ni fuerzas para vencer el mal, ni temor para honrarlo; ni amor para derramarlo sobre las almas huérfanas de paz. Nada me faltará: ni lámpara para el camino, ni gracia para ir al cielo, ni fe para mover montañas, ni la plegaria sosegada y segura para gozar mis aguas de reposo.

EN LUGARES DE DELICADOS PASTOS me hará descansar, para comer la verdadera vianda espiritual que es la palabra eterna, segura perfecta, inmutable.

SUS AGUAS DE REPOSO confortarán mi alma, saciarán mi sed de amor y de paz. Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Me pondré mi vestido blanco para que Dios mire a través de los rí­os de su sangre. Justificado por la fe tendré paz con Dios por miedo del Señor Jesucristo.

Aunque pase por valle de sombra de muerte y las lágrimas sean el único consuelo y las cruces se multipliquen en los cementerios, y la viuda se aferre desconsolada frente al catafalco lleno de flores, NO TEMERí‰ MAL ALGUNO POR QUE í‰L ESTARí CONMIGO.

En la hora de la muerte, cuando los cirios languidecen y la sombra de las velas encendidas sea una elegí­a, surge la angustia y el miedo, no tendré temor que tienen los malvados cuando mueren, POR QUE DIOS ESTARí CONMIGO.

Su vara y su callado me infundirán aliento. La vara de su disciplina será dulce y suave como aquellas palizas que me daba mi madre a la hora de la oración.

Aderezas mesa delante de mí­ en presencia de mis adversarios. Su mesa tendrá cerezas y almendras, manzanas y uvas, miel y vino, tortas y mazapán.

Será una mesa de lujo para que mis adversarios se avergí¼encen. Mesa ancha de manteles largos, mesa de rey.

Ungió mi cabeza con aceite, mi copa esta rebosando. Su aceite se derramó sobre mí­ y por eso mi alma brotan los versos que se nutren de su savia viva. Cuando rebosa mi copa mi alma canta y de mi ser brotan constantemente rí­os de agua viva que salta para vida eterna.

Ciertamente la bondad y la misericordia me seguirán todos los dí­as de mi vida. Mis dí­as alegres y mis dí­as tristes. Mis dí­as de gloria y mis dí­as de llanto, mis dí­as de paz y mis noches de tinieblas.

Cuando mi tabernáculo se derrumbe y todo sea llanto de amargura, cerraré mis ojos en paz por que si la vida es breve en tu casa Señor, moraré por largos dí­as.